1a. Aceptar los sacrificios sin murmurar interiormente ni abatirme.
2a. He de eclipsarme.
3a. Me esmeraré en labrar la felicidad de los demás.
4a. Procuraré hacer amable la virtud a los demás.
5a. He de olvidarme de mí misma: 1) uniéndome a Jesús; 2) en ser caritativa con el prójimo; 3) no dar mi opinión, si no me la piden; 4) sufrir con gozo las humillaciones, siendo amable con las personas que me las proporcionen; 5) viviendo con Jesús en el fondo de mi alma que ha de ser su casita, donde El pueda descansar. Allí, le adoraré y le ofreceré las mortificaciones, sufrimientos y humillaciones. ¿No es el Cielo en la tierra vivir con Dios?
Vivir en unidad de pensamientos, en unidad de sentimientos, de acciones, y así, al mirarme el Padre, encontrará la imagen de su Hijo. Y el Espíritu Santo, al ver residir al Padre y al Hijo, me hará su esposa y las Tres Personas vendrán a morar en mí.
Debo contemplar en mi alma a Jesús crucificado. Yo le imitaré y recibiré al pie de la Cruz la sangre de mi Jesús, que guardaré en mi alma y que he de comunicar a las almas de mis prójimos para que, por medio de la sangre de Cristo, sean lavadas.