Jesus mío, Tú conoces la ofrenda que te he hecho de mí misma por la conversión de las personas que te he nombrado. Desde hoy, no sólo te ofrezco mi vida, sino también mi muerte como te pluguiere dármela. La recibiré con gusto, ya sea en el abandono del Calvario, ya en el Paraíso de Nazaret.
Además, si quieres, dame sufrimientos, cruz humillaciones. Que sea pisoteada para castigar mi orgullo y el de ellos. Como Tú quieras, Jesús mío.
Soy tuya, haz de mí según tu santa voluntad.
A ti, oh María, que jamás me has desoído los ruegos que te he dirigido, como una hija le pide a su madre, también te pongo en tus manos maternales esas almas. Oyeme. Toda mi vida no he dejado de pedirte, Madre mía. Escúchame, te lo ruego por Jesús y por tu Esposo San José, a quien ruego interceda por esta pobre pecadora.
Sufro. Esta palabra expresa todo para mí. ¡Felicidad! Cuando sufro estoy en la Cruz de mi Jesús. ¡Qué felicidad más grande es decirle: Jesús, Esposo mío, acuérdate que soy tu esposa, dame tu cruz!
Abril 1917. Gracias, Dios mío, porque me habéis dado un director que dirija mi alma hacia Ti?
Me preguntó cómo era mi oración, si estéril o con devoción. Yo le dije que con devoción a veces; pero había períodos en que no podía meditar y me quedaba tranquila con N. Señor.
Pero me dijo que siempre debía tratar de reflexionar y sólo en ultimo término, hacer lo otro.
Que viviera constantemente en la presencia de Dios Nuestro Señor dentro de mi alma.
Que lo hiciera lo más a menudo posible. Que hiciera el examen particular sobre eso.
Que apuntara los pensamientos y afectos de la meditación que más me movieran a devoción.
Me permitió que me mortificara, mortificándome en las comidas, sacrificando el gusto.
También que rezara un cuarto de hora en cruz o tres Padre Nuestros hincada sobre las manos.
Después me va a dar permiso para ponerme cilicios.
Que fuera muy reservada. Que no hablara de mi vocación, sino con mi mamá y con la M. Izquierdo; porque era como un perfume contenido en un frasco que, al destaparlo, se va todo.
Que trajera a mis amigas al servicio de Dios.
Lo que más consuelo y alegría me dio fue que me dijo que tenía vocación para Carmelita.
Me preguntó qué virtud prefería. Le contesté: la humildad. Después me dio permiso para renovar el voto de virginidad hasta la A[sunción] de la Virgen.
Resolución: un alma para salvarla; una muerte para temerla; una vida para santificarla.
Silencio. Está el jubileo. Me siento llena de El. Le amo.