Junio 19 [1917]. Hoy me he unido a N. Señor. Desde que tengo ese crucifijo, vivo más unida a El. ¡Oh, cuánto le amo! Me he ofrecido a El por la conversión de esas personas. Cuánto sufro al pensar que dentro de esas almas está el diablo y no Dios. Que Jesús los llama y que los espera en el Sagrario y ellos permanecen insensibles. ¡Oh Dios mío, cuánto nos amas y qué ingratos somos! Jesús mío, Esposo de mi alma, me ofrezco a Ti. Haz de mí lo que quieras.
Hoy me he vencido mucho para no rabiar. Dios mío, Tú me has ayudado. Gracias te doy. En los arreglos y recreos he sido perfecta por ellos. Pero no tanto en las clases.
N. Señor me dijo que no aceptaría mi ofrenda; pero que me oiría y concedería la conversión de esas almas, pero dentro de un tiempo más. Me dijo que me uniera a El crucificado; que me quería ver crucificada. He sufrido tanto que esta mañana toda la Misa lloré. Pero mañana voy a ofrecer mis lágrimas por ellos.
Ayer [18.6.1917] fue buena mi meditación. Hice lo que el padre me indicó. Hice un acto bien grande. Estaba estudiando en el huerto y llegó la Rebeca a contarme un recado de la M. Ríos para ella y para mí. Yo, aunque tenía ganas, me vencí y le dije que no quería oír nada, que se fuera. Todo el día me picó la curiosidad hasta que en la cena nos contó. Ofrecí este acto que me costó harto por ellos.
Junio 20 [1917]. Mi resolución la he cumplido: mortificarme lo más posible. No he negado ningún acto a N. Señor.
Mañana, día de S. Luis Gonzaga, voy a hacer el voto de no cometer ningún pecado voluntario. Jesús mío, ayúdame para cumplirlo.
Mi meditación ha sido buena. Hice lo que el Padre me recomendó. Mi Jesús me habló mucho esta mañana. Me apoyó sobre su corazón y me dijo que me amaba. ¡Su voz era tan dulce! Lo amo tanto. Soy toda de El. Me dijo que apuntara los actos que hacía, pero se me olvidó. También que [lo] imitara.