Jueves 5 de julio [1917]. Nada tengo que decir de hoy. No he sido perfecta. En la clase de francés hablé. Sin embargo, me vencí bastante. Mañana haré un día de retiro. Lo necesito tanto. Me uno a N. Señor pero no lo imito. Todavía soy muy orgullosa. Me propondré abatir hasta los últimos gérmenes del amor propio. No sé sobre qué se puede basar, pues soy una nada criminal. Me gusta que me estimen las criaturas, pero ¿de qué me servirá, si Dios no me estima?
Viernes primero [6.7.1917]. Hoy he tratado [de] hacer retiro, aunque no me resulta. Sin embargo, he sacado provecho de la meditación, pues medité en Dios y, cuando pienso en El, quedo sumida en el amor. Veo su grandeza infinita y mi extremada miseria y veo lo que es el pecado y el gran amor de Dios. Además, conversé con Jesús y me dio a entender la nada de las apreciaciones humanas. Un día la creen buena; ven mañana un defecto, inmediatamente la encuentran mala. Además ¿de qué sirve que las criaturas la amen, la llenen de honores, si Dios, el Ser Infinito, la desprecia?
Hoy [6.7.1917] hice el voto de no cometer pecado voluntario y gracias a Dios lo cumplí. Predicaron tan bien… Parece que Jesús lo eligió para mí. Habló sobre la imitación de Jesús: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y así encontraréis la paz». Aunque se sufren persecuciones… etc., si imitamos a Cristo tendremos paz. Aunque las aves, como el cóndor, tienen alas y plumas pesadas, se elevan a grandes alturas a pesar de que llueva, etc.; así el alma extiende sus alas y se eleva. Y esas alas son el amor de Dios… (D 27).
Hoy [6.7.1917] he ejercido mi apostolado. Di un buen consejo. Jesús me lo inspiró. También hice tomar la sopa a tres chiquillas, haciéndoles hacer un actito por Jesusito. Además, fuimos a ver una chiquilla enferma. Así es que tuvimos la ocasión de hacer un acto de caridad. Jesús querido, ¿cuándo estaré a tu lado? ¡Te amo!, deseo unirme a Ti eternamente.
Sábado 7 [7.1917]. Tengo pena. Ya no puedo más. Jesús mío, me uno a Ti. Hágase como lo quieres y no mi voluntad. Le pedí hoy a la Rebeca que pidiera perdón, y todo fue inútil. Se lo pedí por la Virgen y no me oyó. Todo perdido. Después me dijo que sólo porque yo se lo había dicho no quería; que a mí no me importaban sus cosas. Y sin embargo, yo ofrecí por su perdón los bombones de toda la semana.
Julio 9 [1917]. Me embromaron tanto las chiquillas en la clase, que ya lloraba. Además, estaba con un dolor de cabeza y de espalda que no sabía lo que me pasaba. No les contesté porque no quería faltar al silencio. Se lo ofrecí a Jesusito. Pero después, en el recreo, les dije que se pasaban al otro lado; que no me embromaran así. Entonces, medio me enojé; pero después nos pusimos bien y en la tarde me mandaron un santo. Me cuesta seguir en extremo las bromas. Me dan rabia, y las chiquillas me dicen que tengo muy buen carácter y que, porque no me enojo sino que sigo las bromas, ellas me las hacen. Siento que cada día me quieren más y esto es porque les doy buen ejemplo.