31. Quiero ser pobre. Mañana seré más fiel. Me gustan las Carmelitas

31. Quiero ser pobre. Mañana seré más fiel. Me gustan las Carmelitas

Jueves 16 [1917]. Jesús mío, perdóname. Soy tan orgullosa que no sé aceptar con humildad la más ligera humillación. Jesús querido, enséñame la humildad y envíame humillaciones, aunque soy indigna de ellas. Jesús querido, quiero ser pobre, humilde, obediente, pura como era mi Madre y como Tú, Jesús. Haz de tu casita un palacio, un cielo. Anhelo vivir adorándote como los ángeles, sentir mi nada en tu presencia. Soy tan imperfecta. Quiero ser pobre como Tú y, ya que no puedo serlo, quiero no amar nada las riquezas, etc.

Lunes 20 [1917]. ¿Dios mío, por qué me habéis abandonado? Jesús mío, quizás he sido ingrata para contigo. Me siento insensible, fría como el mármol, sin poder ni meditar ni aun comulgar con devoción. Jesús mío, te lo ofrezco por mis pecados y por los pecadores y el Santo Padre y sacerdotes. Me uno a tu abandono en el Calvario.

Martes 21 [1917]. Hoy he estado más unida a mi Jesús. Le amo. Esta mañana tocó mi corazón y me resucitó de mi letargo. ¡Oh, le amo! Me pidió tres cosas:

1° Que guardara el silencio; 2° Que viviera con espíritu de fe; 3° Que diera gracias por la comunión en la mañana, y en la tarde que me preparara para la otra. Lo primero, cumplí. Perdón, Jesús, mañana seré más fiel.

Miércoles 22 [1917]. Si no me ayudara Jesús en mis resoluciones, las echaría todas en un abismo para no acordarme de ellas. Pero espero en Aquel que me conforta. A ver si mañana seré mejor que hoy, pues cuando salgo me distraigo más; no me recojo tanto.
Recibí carta del Padre Colom. Me habla de la elección del monasterio. ¿Qué hacer? No sé qué hacer, verdaderamente. Por otra parte me dicen que no piense, pues falta mucho. Pero sólo falta un año, pues quiero entrar de religiosa a los 18 años.

Jueves 23 [1917]. Jesús me dijo que obedeciera a mi confesor. Que me pusiera en sus divinas manos; que no me inquietara en nada, pues ya Él me dijo de dónde sería. Examiné lo que me llevaba al Carmen y por lo principal es porque allí viviré ya como en el Cielo, pues ya no me separaré de Dios ni un instante.
Le alabaré y cantaré sus misericordias constantemente, sin mezclarme para nada con el mundo. Por otra parte, los rigores de la penitencia me atraen, pues siento deseos de martirizar mi cuerpo, despedazarlo con los azotes, no dándole en nada gusto para reparar las veces que le di a él gusto y se lo negué a mi alma. Me gustan las Carmelitas porque son tan sencillas, tan alegres y Jesús debió ser así. Pero vi también que la vida de la carmelita consiste en sufrir, en amar y rezar. Cuando los consuelos de la oración me sean negados, ¿qué será de mí? Temblé. Mas Jesús me dijo: ¿Crees que te abandonaré?

Viernes 24 [1917]. Quiero dejar escrito un acontecimiento que me sucedió, que aunque pequeño, me sirvió para humillarme. Estábamos en instrucción cuando una abeja u otro bicho más grande se acercó a mí. Sin saber cómo di un salto y arranqué para afuera de la sala; pero después me dio vergüenza de no haberme sabido vencer, pero en fin ofrecí la humillación a Dios y entré. Entonces la M. Izquierdo me miró tan fija y profundamente que hubiera querido que me tragara la tierra, como recordándome mi poca vigilancia sobre mis inclinaciones. Oh, cuán pequeña y miserable me vi. Estaba sola. Jesús me dejó y yo, sin Jesús, ¿qué soy sino miseria? Después le fui a pedir perdón a la
Madre. Confieso que me costó; pero me dirigí a mi Madre y Ella, como siempre, me ayudó. La M. Izquierdo me dijo bueno inmediatamente. Creo que hubiera preferido que me hubiera reprendido. Entonces me acordé de Jesús, de su misericordia cuando miró a Pedro y lo enterneció con su mirada. Doy gracias a Dios de este acontecimiento, pues no lo ofendí, mas sirvió para humillarme.

Me fui a confesar el viernes. Me dijo el padre que no me inquietara por las distracciones, pues me servían para humillarme. Me dijo que, cuando tuviera duda sobre una cosa, hiciera el término medio.

Sábado 25 [1917]. ¡Cuánto amo a mi Madre! ¡Cuánto me ama Ella! Hoy es el día de su Corazón Inmaculado. Qué tiernamente hablaron de Ella en el sermón. Llegué a llorar después. Tanto la amaba. Estoy triste. Yo no sé qué tengo. Cuánto me cuesta acostumbrarme a ponerme la última en todo. Jesús me dijo que Él estaba siempre en el último lugar.