Septiembre 7 [1917]. Hoy, viernes 1°, no pude comulgar porque amaneció lloviendo y me dejaron en cama. Qué pena he tenido. Sin embargo, he hablado con mi Jesús. Ojalá que mañana pueda comulgar, día de la Natividad de mi Madre. Ya que no he podido ofrecerle muchos actos a mi Mariíta, voy a principiar un novenario; pero no sé cómo hacerlo, pues, como estoy enferma me doy gusto en la comida y en casi todo; pero desde mañana principiaré a festejar a mi niñita María, porque es mi Madre y mi todo después de Jesús. Además, renovaré el voto hasta el ocho de diciembre.
Septiembre 11 [1917]. Como era el aniversario de mi Primera Comunión fui a comulgar. ¡Qué ideal! Hace siete años se unió mi alma con Jesús. ¡Qué efusión fue ese primer encuentro! Jesús por primera vez habló a mi alma. Qué dulce era para mí aquella melodía que por primera vez oía.
Hoy me fui a confesar. Hablé largamente con el padre acerca de mi vocación. Me dijo que él veía que, por ahora, tenía verdadera vocación para carmelita. Que Jesús me la podía dar permanentemente, es decir, para siempre, y que pudiera entrar al Carmen; y pasajera o momentánea para librarme por ahora de todos los males de cuerpo y alma. También, que podía ser verdadera mi vocación, que la pudiera seguir si Dios me daba las cualidades necesarias.
Y también podía ser carmelita espiritualmente, es decir, que teniendo el espíritu carmelitano, podía en mi casa seguir una regla de vida como las carmelitas levantándome a tal hora, y teniendo una hora de meditación y después ir a misa, comulgar y venirme a mi casa y ponerme a trabajar estando todo el día en la presencia de Dios, y teniendo en la tarde otra hora de meditación y acostarme a una hora fija y visitar lo menos posible. Que le contestara, me dijo, después de reflexionar, si me gustaba esto. Después me dijo que siempre me mirara en el espejo de mi alma; que cuando no pudiera meditar, conjugara el verbo amar como sigue:
Yo ¿amo a Dios o amo las vanidades?
Tú, alma, ¿te amas desordenadamente a ti misma?
Él (Jesús) me ama con amor eterno.
Nosotros nos amamos en Dios.
Vosotros os amáis desordenadamente;
Ellos aman sus pasiones y no aman a Cristo crucificado,
Yo amé a Jesús desde chica, etc.;
Yo amaré, con la misericordia de Dios, hasta la muerte a Jesús, y a ése Crucificado.
Me dijo que, cuando estuviera muy desconsolada y me sintiera sin ánimo, primero buscara consuelo en Dios y, si Él no me lo daba, lo buscara un poco en una persona digna de confianza que me llevara a Dios. Que viviera crucificada, pues Jesús quería que fuera su Cireneo. Que Él me daba una astillita de su cruz, que la recibiera con gusto y que tratara de no abatirme. Que viviera más que nunca en la presencia de Dios. Que me uniera a Él. Que hiciera una media hora de meditación y que, cuando estuviera con gente, tomara un libro y leyera y meditara al mismo tiempo. Que me cuidara mucho. Me prohibió toda mortificación. Que, cuando me sintiera cansada, no hiciera mucho esfuerzo para meditar. Que me contentara con jaculatorias y actos de amor.
13. Ayer vine a ver a la Rebeca y la Madre Izquierdo consiguió que me dejaran. Yo estaba feliz pues tenía ansias de venirme al colegio; así es que fue muy divertido, pues me tuve que cambiar traje y de todo. Yo no sé lo que me pasa. Es una tristeza interior tan grande que me siento como aislada de todo el mundo. Me aburre todo y me cansa todo. En fin, ayer, gracias a Dios, pude meditar y sentí devoción y amor, lo que hace mucho tiempo [no] me daba el Señor ni aun en la Comunión. En fin, estos dos meses de sufrimiento son dos meses de Cielo, pues aunque no me he unido mucho a mi Jesús a causa de mi tibieza, sin embargo, todo se lo he ofrecido a Él y le he pedido me diera su cruz.
Me pidió mucho mi Jesús -lo mismo mi Madre- los imitara en el eclipsamiento de la persona, es decir, que viviera muy oculta, sólo para Él. Que no manifestara mis sentimientos a nadie sino a mi confesor. Así lo haré con la ayuda de Dios. Saqué ayer como resolución la de vivir hoy muy alegre exteriormente.
14. Cumplí mi resolución de ayer. Fui a donde la M. Izquierdo. Me recomendó que hiciese todo por amor. Que buscase no los consuelos de Dios sino al Dios de los consuelos y que viviera al día.
Me contestaron las dos Madres carmelitas en unas cartas ideales. La de Los Andes me envió una fotografía de la Virgen en oración y una medallita del Carmen y del profeta Elías.