2 de octubre [1917]. Hace mucho tiempo que no escribo. Pasaron las vacaciones del 18 y he vuelto al colegio. Qué feliz me encuentro de nuevo en el colegio, sin haber dado mi corazón a nadie. Todo de Jesús. Quiero que mis acciones, mis deseos, mis pensamientos, lleven este sello: “Soy de Jesús”.
Qué placer siento al vivir otra vez en la casa de Jesús. Lo tengo tan cerquita. A cada instante vuela mi espíritu a los pies del tabernáculo. Sin embargo, hace mucho tiempo que no sé lo que es fervor. Siento la voz de mi Jesús, pero no lo veo. No siento su amor. Estoy fría, insensible; pero esto me sirve para ver mi nada, mi miseria. Así es que cuando estoy con Jesús, no le hablo, porque mi imaginación vuela a otras partes. Pero cuando vuelvo en mí, lloro de ver lo ingrata que soy con mi Jesusito; pues Él viene a morar en mi alma tan llena de miseria y yo casi no hablo con Él. En fin, me ofrezco enteramente a Jesús. Quiero abismar mi nada en su amor y poder infinitos.
3 de octubre [1917]. Yo no sé qué hacer respecto a las mortificaciones, pues el padre me ha dicho que no haga ninguna, pero me da no sé qué por, v.gr., comer caramelos. Hoy he tenido tanta hambre, que comí todos los que pude y los que más me gustaban. Me da pena verme cómo estoy. No sé qué hacer verdaderamente. Se lo voy a consultar a la M. Izquierdo. Hoy he estado muy disipada. ¿Qué hacer con tanta miseria? Jesús mío, Madre mía, compadeceos de mí. Libradme de la tibieza. Estoy enferma en el alma. No sé lo que tengo.
4 octubre [1917]. Mañana viernes 1. Voy a hacer, en cuanto sea posible, retiro. Y voy a indagar las causas de mi tibieza. Me confesé. Voy a ser mejor. Esta semana me mortificaré más.
5 de octubre [1917]. Hoy he tenido más fervor. Yo creo que mi poca devoción proviene de que estoy muy apegada a todo lo terreno, a las vanidades. Quiero renunciar a todo lo terreno. Quiero vivir en la cruz. Allí hay abandono, soledad.
7 de octubre [1917]. Jesús me pide que sea santa. Que haga con perfección mi deber. Que el deber -me dijo- es la cruz. Y en la Cruz está Jesús. Quiero ser crucificada. Me dijo que le salvara las almas. Yo le prometí. Que también lo consolara; que se sentía abandonado. Me acercó a su Corazón y me hizo sentir los… Lo siento que se apodera de mi ser. Lo amo.
9 de octubre [1917]. He pasado muy unida a N. Señor. Sin embargo, fervor no siento. Hoy he estado muy rara. He tenido ganas de portarme mal; de rabiar, en fin, hasta de llorar. Yo creo que todo proviene de cómo me encuentro físicamente. Esta mañana casi no hice meditación y la acción de gracias de la comunión fue muy poco fervorosa, porque pasé con fatiga. Pero Jesús me dijo que no me preocupara, que de eso no tengo la culpa.
Octubre 10 [1917]. Hoy he sido mala: fui presumida. Señor, yo me postro a tus pies por el pensamiento de complacencia que tuve por mi rostro y he estado también disipada. Yo no sé qué hacer con tanta miseria.
Octubre 17 [1917]. Hoy he tenido devoción. Pude conversar con Jesús en la Comunión. Además, hoy que salí, he conservado la presencia de Dios once veces, cosa que nunca me pasa. Yo ya no prefiero sentir el fervor o no sentirlo. Me abandono a lo que Jesús quiera. Me he ofrecido a Él como víctima. Quiero ser crucificada. Hoy me dijo Jesús que sufriera, que porque Él me amaba me hacía sufrir. Que me olvidara de mí misma. Que cumpliera con mi deber. Gracias a esos consejos y a su gracia, he sido mejor. Jesús mío, te amo. Soy toda tuya. Me entrego por completo a tu divina voluntad. Jesús, dame la cruz, pero dame fortaleza para llevarla. No importa que me des el abandono del Calvario como el gozo de Nazaret. Quiero sólo verte contento a Ti. Nada me importa no sentir, estar insensible como una piedra, porque sé, Jesusito mío, que Tú sabes que yo te amo. Dame la Cruz. Quiero sufrir por Ti; pero enséñame a sufrir amando, con alegría, con humildad.
Señor, si a Ti te place, que se tupan más las tinieblas de mi alma; que no te vea. No me importará porque quiero cumplir Tu voluntad. Quiero pasar mi vida sufriendo para reparar mis pecados y los de los pecadores. Para que se santifiquen los sacerdotes. No quiero ser feliz yo, sino que Tú seas feliz. Quiero ser soldado para que dispongas a cada instante de mi voluntad y gustos. Quiero ser animosa, fuerte, generosa en servirte, Señor, Esposo de mi alma.