37. Con Jesús a la conquista de las almas

37. Con Jesús a la conquista de las almas

Noviembre 16 [1917]. Anoche, una hora con Jesús. Hablamos íntimamente. Me reprochó el que yo no acudiera como antes en mis dudas y penas a su Corazón. Que Él me quería virgen, sin que ninguna criatura me tocara, pues debía ser toda para Él. Me apoyó sobre su Corazón. Después me habló de la pobreza. Cómo salí de Él sin nada. Que todo es de Él. Que todo pasa, es vanidad. Después me habló de la humildad de pensamiento, de acción, de la ciencia vana. En fin, me abrió su Corazón y me mostró que por mis oraciones tenía escrito el nombre de mi papá. Me dijo me resignara a no ver el fruto de ellas; mas que lo alcanzaría todo. Después me reveló su amor, pero de tal manera que lloré. Me mostró su grandeza y mi nada y me dijo que me había escogido para víctima. Que subiera con Él al Calvario. Que emprenderíamos juntos la conquista de las almas: Él, Capitán y yo soldado. Nuestra arma, la Cruz. La divisa, el amor. Me dijo que sufriera con alegría, con amor. Que todos los días sacara una espina de su Corazón. Que le amara. Me dijo que sería carmelita; que no desconfiara; que no lo dijera, pues tratarían de persuadirme que no. En fin, que no fuera sino de Él: virgen, intacta, pura.

Noviembre 21 [1917]. Tengo pena. Salí. Me dieron la noticia que quizás no saldremos a veranear. Por otra parte pido a la Virgen que mi papá se confiese, que vuelva la paz a la familia. Yo me siento cada día más mal. A cada instante me dan fatigas. Me duele ahora la espalda, el pecho; pero en fin, que se haga la voluntad de Dios. Ignacito necesita también salir. Lucho está muy flaco. Mi mamacita… ¡Oh qué daría yo por trabajar y poder hacerlos salir! Madre mía, dile a Jesús lo que necesito y ruégale mucho. Madre mía, a tu Corazón de Madre confío todas mis penas.
Ya no puedo más. Si Jesús no me sostuviera, no sé qué haría, pues pasaría todo el día sin hacer nada, tendida. Paso con fatigas. Un dolor de cabeza que veo todo de diversos colores. Dios mío, hágase tu voluntad y no la mía. Te ofrezco mis sufrimientos por mis pecados, por los pecadores, por la santificación de los sacerdotes.
Morir, ¿qué cosa hay más ideal? Morir, vivir en Dios por una eternidad, gozar en Dios, ¿puede haber felicidad más grande? Jesús querido, cada vez que me siento mal, siento nostalgia de Ti, de ese Cielo en donde no te ofenderé más, en donde me embriagaré de tu amor, en donde, Jesús, seré una contigo, pues he de estar en Ti y moverme en Ti.

Noviembre 23 [1917]. Hoy he ejercido mi apostolado. Una niñita que habían retado mucho y que le sacaban en cuenta su banda, estaba tan desesperada que le iba a decir a la M. Izquierdo que le quitasen la banda. Yo recé a la Sma. Virgen un “Acordaos”, y le dije todo lo que me inspiró Ella para animarla y consolarla. Y le hablé de la Virgen; que le contara sus penas; que le pidiera su protección; que si sufría con paciencia tendría un gran premio en el cielo.

Noviembre 25 [1917]. Hoy contemplé a Mater Admirabilis en el templo, en ese silencio majestuoso por el que se unía a Dios toda su esencia. Así permanecía adorándolo y reconociendo su nada delante de Dios. Traté de guardar ese
recogimiento y pasé cuanto pude con los ojos bajos y en presencia de Jesús.