Septiembre [1918]. Vino el Padre José [Blanch, cmf]. Me confesé con él. Me dijo él creía me debía ir para el otro año al Carmen. Que cuando fuera carmelita -me aconsejó- no hiciera penitencias extraordinarias fuera de la regla, y que fuera muy prudente. Aunque me dijeran las novicias pidiera permiso para mortificarme más, no pidiera; pues valía más cumplir perfectamente la regla que mortificarme más de lo debido y enfermarme, teniendo que pedir dispensa. Y cuando éstas por necesidad me fueran permitidas, siempre protestara a la superiora que quería seguir la regla. También me dijo que jamás diera cuenta a la maestra de novicias y superiora del estado de mi alma, como tampoco de las inspiraciones especiales de N. Señor, pues después me quedaría intranquila.
Para pedir el permiso, me dijo que, si mi papá no me [lo] daba, le dijera que me podía Dios arrebatar para siempre, mandándome una enfermedad y la muerte. Que tuviera todo hablado con el Monasterio para que, una vez dado el permiso, no tuviera que esperar. Que cuando tuviera tentaciones y escrúpulos los manifestara siempre o al confesor o a cualquier Padre, porqué Dios les daba la luz, y no a una persona seglar. Que fuera muy fiel a N. Señor, rechazando todo pensamiento que no fuera de amor a N. Señor, ni tampoco pololeara ni lo deseara, porque estas son tentaciones contra la virginidad. Que no elevara jamás la vista a un joven y, si tenía que conversar, le mirara, sí, pero con indiferencia y modestia. Que hiciera el examen particular a medio día y en la noche.
14 de octubre [1918]. ¡Sufrir! Esta palabra es el grito de mi corazón. Pero ahora sufro como nunca. Son penas del alma. Es preciso morir a sí misma para vivir escondida en Cristo. No tengo gusto ni por la oración ni por la comunión y, sin embargo, son unos deseos [locos] los que siento en mi alma de unirme a El. No oigo su voz. Nada. Tinieblas. No puedo meditar ni puedo hacer nada. N. Señor me pidió me ofreciera como víctima para expiar los abandonos e ingratitudes que sufre en el sagrario. Me dijo que me haría sufrir desprecios, ingratitudes, humillaciones, sequedades; en fin, quería que sufriera. Ese es sólo mi deseo: quiero sufrir, y aun cuando sufro, tengo ansias de sufrir más para unirme a N. Señor.
Octubre 15 [1918]. Fiesta de mi Santa Madre. Escribí al Carmen. Cuánto he pedido a Santa Teresa me haga celebrar su fiesta para el otro año en el Carmen. Hablé ayer con El y me dijo que para llegar a la unión completa eran necesarias tres cosas:
Conmigo misma:
1° Que no hablara jamás de mí misma, ni diera mi opinión, si no me la pedían;
2° Que prefiriera a todos a mí, yo la última, la sirvienta de todas;
3° Que considerara lo poco que valía y me humillara interiormente viendo lo miserable que era;
4° Que no me diera jamás gusto en nada y que diera gracias a El cuando se me pedía algún sacrificio.
Con el prójimo:
1° Que tuviera siempre en mi trato el espiritu de fe, viendo en el prójimo a Dios;
2° Que cuando conversara con algún joven lo tuviera a El presente y viera su hermosura.
Con Dios:
1° Humilde, anodada delante de El.
2° Amando y pidiendo caridad.