47. ¿Religiosa del Sdo. Corazón o Carmelita?

47. ¿Religiosa del Sdo. Corazón o Carmelita?

1° de enero de 1919. He tenido mucha pena al ver el olvido en que viven los hombres para con Dios. Viven en desenfrenada alegría, ofendiéndolo, sin pensar que cada año se acercan más a la muerte .

Tengo muchas dudas respecto a mi vocación. Dudo si ser del Sdo. Corazón o Carmelita. Hablé con la M. Vicaria.

Me dio a conocer íntimamente la vida del Sagrado Corazón.

Se resume en esto: es una vida mixta de oración y acción; mucha vida interior, pues tienen que tener a Dios en sí mismas, darlo a las almas, pero quedarse siempre con El.

Tenían cinco horas de oración, contando los exámenes y el oficio. Su vida es una plegaria continua. Pues para que dé fruto su obra en las almas, deben recurrir a Dios y esto a cada instante.

Su fin principal es glorificar al Sdo. Corazón, y para conseguir esto, salvar muchas almas. Las salvan por la continua abnegación.

Se sacrifican por ellas desde la mañana a la noche. Se dedican a educar niñas ricas y pobres. También tienen la congregación de las Hijas de María y las normalistas. Tienen que tratar con el mundo pero mostrarse ante El como religiosas, como unas crucificadas para El. Viven viendo las comodidades sin poseerlas. No tienen convento propio. Su patria es todo el mundo. Las pueden mandar a otros países sin saber la lengua ni conocer a nadie.

Me atrae mucho esta vida de inmolación; pero el Carmen se me presenta con todos los atractivos para llenar mi alma.

Además, N. Señor me ha manifestado tantas veces que sea carmelita. Y cuando estoy en la oración N. Señor me dice me ha escogido a esa vida tan perfecta y tan de unión con El, porque me ama mucho entre las escogidas de su Divino Corazón.

A Magdalena le dijo «había escogido la mejor parte», aunque Marta le servía con amor.

La Santísima Virgen, mi Madre, fue una perfecta carmelita. Vivió siempre contemplando a su Jesús, sufriendo y amándolo.

N. Señor vivió 30 años de su vida en el silencio y en la oración y sólo los tres últimos los dedicó a evangelizar. La vida de la carmelita consiste en amar, contemplar y sufrir. Vive sola con su Dios.

Entre ella y El no hay criaturas, no hay mundo, no hay nada pues su alma alcanza la plenitud del amor, se funde en la Divinidad, alcanza la perfección por la contemplación y el sufrimiento. Contempla sólo a Dios y, como los ángeles en el Cielo, entona las alabanzas del Ser por excelencia. La soledad, el aislamiento de todo lo de la tierra, la pobreza en que vive, son poderosos elementos que favorecen la contemplación del Dios Amor.

Por fin, el sufrimiento la purifica intensamente. La carmelita sufre en silencio angustias del espiritu, que quizás sean más horribles que las del cuerpo.

Jesucristo en su pasión no se quejó ni una sola vez; pero cuando su alma sufrió el peso de la pasión, no pudo menos de decir: «Triste está mi alma hasta la muerte. Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; mas no se haga mi voluntad, sino la tuya» [Mt 26,38-39]. ¡Cuál será el dolor que se experimenta cuando el espiritu tiene su sufrimiento que el Varón de dolores dijo que eso sólo bastaba para hacerlo morir!

Otra vez, Jesús desde la Cruz exclamó: «¿Padre mío, por qué me habéis desamparado?».[Mt 27,46]. La carmelita muchas veces se ve rodeada de tinieblas que le ocultan a su Amado. Se ve desechada y desamparada. ¿Hay acaso mayor sufrimiento para un alma que todo lo ha abandonado por seguir al Dios que ama [que] verse sola sin El? La carmelita no tiene distracciones qué pueden sacarla de su dolor. Vive para El y nadie puede hacerle olvidar por un instante su pena. Está en la soledad.

Sufre en la voluntad: trata de despojarse de sí misma para divinizarse. No tiene que querer porque nunca más hará lo que le gusta. Ha dejado por Dios los seres que más amó en la vida. Ya nunca los podrá acariciar porque las rejas la mantienen separada. Sufre en el cuerpo por las austeridades a que se somete. Sufre el hambre y el frío. Y muchas veces se ofrece a Dios como victima por las almas, y Dios la acepta haciéndola sufrir enfermedades horribles que nadie puede remediar. Mas, ¡qué alegría expresa en su semblante, qué paz se trasluce en sus actos! Es que está sumergida en atmósfera divina. Aún cuando se sienta débil para las penitencias cuando se encuentra desalentada de esa vida tan llena de sacrificios V de soledad, sigue su Regla con gozo. Ella lo supo antes de ingresar al claustro y prefirió, sin embargo, la cruz.

La carmelita es pobre. No posee nada. Tiene que trabajar para vivir. Su lecho es un jergón. Su túnica es áspera. No tiene ni una silla donde sentarse. Su alimento es grosero y escaso. Mas ama, y el amor la enriquece, le da a su Dios. Pero, ¿por qué ese atractivo por sufrir me nace desde el fondo de mi alma? Es porque amo.Mi alma desea la Cruz porque en ella está Jesús.