54. Hace 8 días que estoy en el Carmelo (desde 7.5.1919)

54. Hace 8 días que estoy en el Carmelo (desde 7.5.1919)

14 de mayo de 1919. Hace ocho días que estoy en el Carmelo. Ocho días de cielo. Siento de tal manera el amor divino, que hay momentos creo no voy a resistir. Quiero ser hostia pura, sacrificarme en todo continuamente por los sacerdotes y pecadores. Hice mi sacrificio sin lágrimas. Qué fortaleza me dio Dios en esos momentos. Cómo sentía despedazarse mi corazón al sentir los sollozos de mi madre y hermanos. Pero tenía a Dios y El sólo me bastaba.

N. Señor me reprocha las menores imperfecciones y me pide los sacrificios más pequeños; pero me cuestan tanto que es inconcebible. Me pidió que viviera en un recogimiento continuo. Que no mirara a nadie. Que todo lo hiciera por amor. Que obedeciera a la menor indicación. Que tuviera mucho espíritu de fe.

17 de Mayo 1919. He sentido mucho amor divino. En la oración sentí que el Sdo. Corazón se unía a mi. Y su amor era tanto que sentía todo mi cuerpo abrasado en ese amor y estaba sin sentir mi cuerpo. Me tocaron para que me sentara, y me produjo una sensación tan desagradable que me puse a tiritar. El amor de Dios se me manifestó de tal manera que no sabía lo que me pasaba. Pasé así cerca de una hora tres cuartos. N. Señor me dijo me abandonara a El totalmente y que atrajera muchas almas al abandono total de sí mismas. Me ofrecí como víctima para que manifestara a las almas su infinito amor. Me dijo que todo lo hiciera uniéndome a El.

20 de mayo [1919]. Me confesé con el Padre Avertano. He dado gracias a Dios por haberme dado un director tan docto y santo. Me dijo que en las hablas que sintiera interiormente tuviera prudencia. Que nunca le preguntara nada a N. Señor, ni tampoco le pidiera cruz, porque tendría sufrimientos que se igualarían a las penas de un condenado. Me siento feliz de poder sufrir algo por Dios. Que no hiciera caso a la voz que sintiera interiormente, si me mandaba algo extraordinario, hasta la cuarta vez y, entonces, consultarlo.

Que cuando sintiera turbación o que me mandara algo fuera de lo concerniente a mi estado, no hiciera caso. Que sólo en aquello que N. Señor me enseñara a practicar virtudes o corregir defectos, sólo en eso lo escuchara y atendiera. Que mi intención fuera sólo agradar a Dios. Que sobre este punto hiciera mi examen particular. [Que] de tal manera obrara independiente de las criaturas, que me creyera sola en el convento. Que no quisiera atraerme las simpatías y el cariño de las criaturas; antes al contrario, no buscara sino el desprecio, pero que no me singularizara en nada exteriormente. Cuando rectificara mi intención corriera la cuenta de la conciencia y, cuando buscara agradar a las criaturas, corriera la cuenta de los defectos.

Que con todas mis hermanas fuera igualmente amable. Y no ser más atenta con aquella que me mire más [o] me dirija más la palabra. No buscar ser despreciada, sino siempre mantenerme indiferente. Lo mismo respecto a la cruz. En cuanto a la obediencia, no me obliga en aquello que perjudique mi salud. Respecto a las mortificaciones, no tratar de matar el cuerpo, sino incomodarlo. Que en la oración no buscara la imagen, sino el concepto puro de Dios; porque si lo imaginaba, lo empequeñecería.