J.M.J.T. Convento del Espíritu Santo, mayo de 1919
Que la gracia del Espiritu Santo sea siempre en el alma de mi querida Carmenchita.
Por fin me doy el gusto de venir a conversar con mi Carmenchita querida. Tu cartita la tengo guardada y no he tenido tiempo de contestártela. Para que te des cuenta de cómo vuela el tiempo con El. Sacrifiquémonos al par que Jesús por las almas. Tanto tú en el mundo como yo en mi pobre celda podemos hacer que la sangre de N. Señor no se pierda. Yo bien sé que haces todo el bien que está a tu alcance; pero es necesario obrar junto con El, no dejarlo solo pues ya nos ha dicho que ha buscado consoladores y no los ha encontrado. Así pues, te convido, Carmen, a entrar en el Divino Corazón. Allí vivo sumergida, respirando sólo lo divino y consumiendo mis muchas miserias en el fuego de su amor. Allí vivo contemplando la grandeza de su divinidad. Miro primero a Dios -esa Trinidad incomprensible-, me abismo en el seno de mi Padre, de mi Esposo, de mi Santificador, y luego miro a ese Verbo eterno humanado, a mi Divino Jesús. Entonces, Carmen, es cuando canto mi alabanza de gloria y de amor.
Es necesario que tú trates de hacerlo así. Creo que ahora harás todos los días meditación. Pues bien, ese es el momento de acopiar provisiones para todo el día; ese es el momento de pensar en la grandeza de Dios y en su amor. Penetrada de ella, todo el día estarás recogida, amando y alabando. Antes de obrar, renueva tu intención y hazlo por amor y por cumplir la voluntad de Dios y en unión con el Divino Corazón.
Me gustaría mucho que leyeras un opúsculo de la vida de una monja de la Visitación llamada Benigna. Pídesela a la Elvira, que ella la tendrá. Es precioso el camino que siguió esta alma privilegiada, y muy al alcance de todo el mundo.
¡Cómo quisiera mostrarte mi celdita! Es el sagrario donde vivo con El solo. Tengo una tarima -la cama-, una mesita bajita, el lavatorio en el suelo, un pisito que no usamos porque nos sentamos en el suelo. La única joya de nuestra celda es una gran cruz y una corona de espinas. Tenemos que pasar en la celda muchas horas al día. No se sale de ella nada más que para ir al coro, al recreo y otros ejercicios del noviciado. Tenemos que coser o hacer otros trabajos. Vivimos riéndonos y amando. No te imaginas la alegría y la confianza y sencillez que reinan. Me encuentro en mi centro .
A Dios. Dales un cariñoso recuerdo a tu mamacita y hermanos. Diles que no las olvido en mis pobres oraciones. Y a ti te tengo en el Corazón de mi Jesús.
Tu indigna
Teresa de Jesús, Carmelita
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