110. A Herminia Valdés Ossa 22 de Junio 1919

110. A Herminia Valdés Ossa 22 de Junio 1919

Junio, 22 de 1919 

Que Jesús sea tu más íntimo amigo, mi hermanita querida: 

Aunque todas o casi todas están en el coro, Nuestra Madrecita me ha dado licencia para escribirte, pues me he portado muy mal con mi Gordita; pero me perdonarás, pues has de saber que tengo muchas cartas que contestar y te he preferido a todas a ti (esto sólo para las dos). 

Ante todo principiaré por agradecerte tus regalitos; y nuestra Madrecita me encarga que te dé las gracias a nombre de su Reverencia y Hermanitas. Ya hemos rezado por ti y lo mismo por la Eli y Jaime. Con nombre y apellido los nombraron en el comedor. Por supuesto que, al oír el nombre del Sr. don Jaime, me rei y pensé: si supieran quién es este diablillo… 

Tus cartas te las agradezco muchísimo. En ellas veo el cariño que me tienes y veo, sobre todo, que estás más juiciosa. Hay en la última carta una frase que me gustó muchísimo. Ya comprenderás cuál es. 

Mucha pena me da lo de las fiestas. ¡Pobre mi Gordita! Por qué comedias me la hacen pasar. ¡Qué papeles tan ridículos hay que representar en esos salones de la sociedad! Te prometo rezar mucho porque, si es para provecho de tu alma, cesen esas fiestas. Voy a importunar todo el día a mi Jesús hasta que me diga que bueno. No ceso de agradecerle cada día más el que me haya traído a este conventito. 

Soy la persona más dichosa. No deseo ya nada, porque mi ser entero está saciado con el Dios-Amor. ¡Cómo quisiera, mi hermanita, que cada una de mis cartas te llevara una centellica de amor divino! ¡Qué feliz sería si pudiera enamorarte de mi Jesús! Pídele este viernes al Sagrado Corazón te haga amarle y te haga su amiga. ¡Qué tesoro encontrarías en ese divino Corazón! Está noche y día llamando a la puerta de tu corazón, pidiéndote un huequito, un poquito de amor, ¿y no le abrirás y no lo calentarás? El te llama desde el sagrario. Desde la eternidad está deseando lo vayas a recibir todos los días en la comunión, y es un Dios que no tiene necesidad de ti y, sin embargo, muere de amor por ti, mi Gordita. Y tú ¿no irás a sacarlo de su prisión donde El por ti se ha aprisionado? 

Adiós. Se me acabó el tiempo. Contéstame lueguito y cuéntame cómo te portas y si comulgas. Dales a todos muchos recuerdos. A tu mamá le escribiré. A la Elisita, que, aunque no le puedo escribir, rezo por ella. Lo mismo a ese piscoiro de Jaime. Y tú recibe el inmenso cariño que va en aumento de tu indigna 

Teresa de Jesús, Carmelita

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