159. A su hermana Rebeca 2 de febrero de 1920

159. A su hermana Rebeca 2 de febrero de 1920

J.M.J.T. 

Pax Christi Convento del Espíritu Santo de Los Andes, 2 de febrero de 1920 

Mi hermanita querida: Que Jesús sea el único dueño de tu alma. 

Muchos días deseaba conversar contigo y, a seguir el impulso del corazón, hubiérate contestado inmediatamente para consolarte y animarte; pero preferí el sacrificio. 

Ante todo, te retaré bien furia, como siempre lo he hecho, y es por tu de confianza en el cariño de los demás. Sobre todo, ya sabes a quién me refiero… Pues te repito lo que muchas veces te he dicho: que eso sólo nace de la susceptibilidad, la cual, si no la haces desaparecer, te amargará la vida entera. No debes abrigar en tu corazón, hermanita, esos sentimientos de desconfianza. Trata de sofocarlos en su raíz, rechazando los pensamientos sombríos. ¿Crees tú que, porque te contrarían o no te dan en tus gustos, no te quieren? Entonces diría yo lo mismo: pues cuando estaba en la casa tenía que contrariar mi voluntad hasta en lo más mínimo. No creas que a veces no me desalentaba por tener que amoldarme a los demás. Sin embargo, hermanita mía, tenía el consuelo de ver en todas las cosas la voluntad de Dios, pues ya sabes que ni un pelo nos pueden tocar, si El no lo permite. Así pues, valor, mi hermanita; pues te formarás para tu vida entera sacrificándote sin que nadie lo note, únicamente por Dios y por las almas. Únete también a tu carmelita, la cual jamás puede hacer su propia voluntad en nada, y es casualmente lo que más le cuesta a todo hombre; más encadenarla por Dios es vivir libre, es vivir de amor. Créeme que, a veces, pienso en esto de no tener libertad en nada, ni aún para recoger una hilacha del suelo sin permiso; y a pesar de esto se siente uno feliz, pues se hace uno víctima en manos de Dios o en las de sus representantes en la tierra. Hermanita mía, esto da una paz insondable, pues así siempre se cumple la voluntad del que es nuestro único amor. 

La Elena me escribió, pero no le he contestado, pues ya casi no puedo escribir. Sin embargo, dile que rezo mucho por ella. Dile a Lucho que me ha dolido mucho el que crea que lo he olvidado, pues sabe cuánto lo quiero, y que espero su carta. Si ves a la Gabriela L., salúdala. Lo mismo a la Lucha; que 

las recuerdo en mis pobres oraciones. 

En cuanto a mí, soy cada día más feliz. Reza para que sea una santa novicia carmelita. Quisiera participarte mi dicha de ser toda de Dios y te diré hablándote con confianza: encuentro que Dios obra maravillosamente en tu alma para atraerte a Sí, separándote los seres que tanto quieres y aislándote de todo, para que encuentres sólo en El tu único apoyo. Convéncete, hermanita, que pertenecemos a Dios sólo, pues El hace y deshace de sus criaturas. Tú, que creías que jamás nos separaríamos, pues no formábamos más que una sola persona, has visto que te he dejado por Dios. Un día vendrá en la vida que lucharás sin nadie. ¿Quién será entonces tu apoyo? Dios. La muerte te abrirá también un abismo de misterios, y tú sólo con Dios estarás. ¿Por qué, pues, hermanita, apegarse a criaturas que pasan, que son inconstantes, que mueren? ¿Por qué no amar a ese Dios que, no necesitando de nosotras, nos ama, nos mira y siempre nos prodiga sus bienes? Vivir de amor, vivir en el cielo, en Dios. Esta es la única dicha del alma de tu carmelita. No creas que te oculta que hay sufrimientos; pero en la cruz está el amor, y amando se es feliz. 

Adiós. Reflexiona en todo lo que te digo y comunícame tus impresiones. Saludos para mi mamacita y hermanos y demás. Tu indigna 

Teresa de Jesús Carmelita