Santiago, 21 de julio de 1918
Reverendo Padre:
No se figura cuánto bien me ha hecho su carta. Ella llenó de paz mi alma, disipando las dudas acerca de mi vocación. Sí, yo creo que mi vocación es para carmelita y sólo pienso en adquirir el espíritu de Santa Teresa. Me pregunta si no querré sufrir por N. Señor toda clase de sufrimientos. Créame, Rdo. Padre, que no sólo quiero, sino que deseo. Casualmente ahora estoy sufriendo mucho, pues ayer trataron de sacarme una muela y el dentista trabajó tres cuartos de hora y no pudo. Aunque me puso inyecciones, sentí el dolor más horrible. Pero lo ofrecí a N. Señor por los pecadores y sacerdotes. Sin embargo, un rato llegué casi a perder la cabeza del dolor. Me vine a casa y, aunque sufro mucho, lo oculto. Y tendré que ir mañana a sacármela. Me estremezco sólo de pensarlo, y aunque quieren ponerme cloroformo, yo no quiero; pues prefiero sufrir. Rece para que N. Señor me ayude.
El otro día recibí un señalado favor de N, Señor. No sé por qué dudé que Cristo era el que me hablaba dentro de mi alma. Entonces le dije: «Si Tú, Señor, eres el que me hablas haz que tal Madre me pregunte: ‘¿Ama Ud. a Cristo?'» Rdo. Padre, cuál no sería mi emoción cuando oigo a la Madre a quien yo le dije: «Hágame una pregunta cualquiera», que me dice: «¿Ama Ud. a Cristo?» Me fui a un cuarto sola y lloré de agradecimiento a N. Señor.
Por favor, le ruego, me deje hacer…
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