San Pablo, 1° de febrero de 1919
Señoritas Elisa y Herminia Valdés Ossa
Mis queridísimas niñitas:
No comprendo en qué las he ofendido e injuriado para que no tengan para mi sino el desprecio, expresado por el más profundo silencio para conmigo. Postrada, con la frente pegada en el polvo que pisamos, les pido, les suplico, les ruego encarecidamente, por favor, por Dios, me perdonen, me disculpen y me absuelvan; pues no se me ha ocurrido, ni se me ha pasado por la mente, ni ha sido mi intención ni ofenderlas ni injuriarlas. Antes al contrario, sus imágenes las tengo grabadas en el corazón, sus palabras impresas en la memoria, sus besos y sus cariños estampados aún en el rostro. ¿Qué más piden qué más solicitan y quieren de esta amiga incapaz para guardar recelos, para olvidar cariños, incapaz para olvidar a aquellos a quienes ama? Si existe todavía el lejano recuerdo en sus corazones [de] que un día me prodigaron muchos cariños y me dijeron que me querían y me dieron muestras de mucho amor, yo las conjuro hoy día para que me digan qué mal les he causado, que quiero desdecirme, que quiero borrarlo si es preciso con lágrimas. Sépanlo y pongan atención y oigan bien, pues quizás sea mi postrera palabra: que nadie como yo las quiere.
Su antigua, antigua amiga que todas las noches antes de dormirse les manda un beso, pero que ahora no se atreve a dárselo por ver sus rostros airados.
Les pido humildemente saluden a su papá y mamá, a Pepe y Maria y a todos los que quedan. Si no les es molestoso, por caridad háganlo, y reciban de los míos, si no es atrevimiento, muchos recuerdos y cariños.
Besa a Uds. respetuosamente los pies, indigna servidora de vuestras mercedes
Juana, H. de M.
Mi mamá venia en el tren al que subió el Padre Julio. Se vinieron conversando y sintió muchísimo no ver a doña Elisa y doña Herminia y los acompañantes.
Mi dirección, que puede ser que la ignoren, es: San Javier de Loncomilla. Casilla N° 6.
Os amo, sí. Dejadme que habladora os repita esta verdad tan conocida, que las cosas más íntimas del alma se escapan ahora de mis labios.
Ojo. No se puede leer ante seres como nosotras, sino ante los seres irracionales, como v.gr. los perros. Estoy incoherente de dolor.