85. A su padre 18 de abril de 1919

85. A su padre 18 de abril de 1919

Santiago, 18 de abril de 1919 

Mi querido papacito: 

Aunque no he recibido contestación alguna de la carta que anteriormente le escribí, he querido ponerle siquiera unas letras porque tengo ansias de saber de Ud. y cómo le ha ido en la cosecha. 

Nosotros nos vinimos el martes de Cunaco, donde pasé unos días muy agradables gracias al cariño excesivo de cada uno de los miembros de esa querida familia. ¡Cuánto me gustaría irlo a acompañar unos días para gozar siquiera por poco tiempo de Ud., mi papacito tan querido, y poderle prodigar mis últimos cuidados y cariños. 

No se imagina lo que le agradezco cada día más su consentimiento. Me ha hecho feliz con él. Le aseguro, papacito, que todo lo que sufro al pensar en la separación se lo ofrezco por Ud., para que Dios le dé valor para realizar el sacrificio. Hoy, sobre todo, Viernes Santo, le pedí a la Sma. Virgen le diera un poco de su valor y fortaleza. 

En esto he conocido más que nunca su generoso corazón y lo desinteresado que es. ¡Cuántos son los padres que, sólo mirando sus intereses y por evitarse el dolor de la separación, sacrifican la felicidad de sus hijas, reteniéndolas a su lado! Mas Ud., mi papacito querido, sabe querer con verdadero cariño. Jamás he de olvidar su generosidad. Dios pagará con creces lo que Ud. con tanto amor y presteza le ha ofrecido. 

Ya me falta muy poco que estar entre los míos. Le aseguro que siento en mi corazón sentimientos tan opuestos, que me es imposible describir. ¡Cuánto sufro por un lado al ver que soy la causa del sufrimiento de los demás! Y sin embargo, no quisiera retardar un día más mi despedida. Además que ya me esperan en Los Andes el 7 de mayo, y ya no puedo retardarlo. Siento también una paz, una felicidad al pensar que dentro de poco seré toda para Dios. Sólo los que han pasado por estas circunstancias pueden comprender esto. 

¡Cuánto me habría gustado vivir siempre a su lado acompañándolo, y ser más tarde en su vejez su apoyo y compañera inseparable! Pero ya que Dios ha determinado otra cosa, conformémonos, que yo le aseguro no tendrá otra hija que lo quiera tanto y que siempre lo rodee con sus oraciones. 

Adiós, papacito. Dele un abrazo a Lucho a quien escribí. Y si está allá Miguel, dele otro. Y Ud. reciba de mi mamá y hermanas un abrazo, junto con mis cariños y besos. 

Juana

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