86. A la Madre Angélica Teresa 20 de abril de 1919

86. A la Madre Angélica Teresa 20 de abril de 1919

Santiago, 20 de abril de 1919

Rda. Madre 

Sor Angélica Teresa del Smo. Sacramento 

Reverenda Madre: 

¡Aleluya! Es la primera palabra que brota de mis labios en este momento. ¡Cómo me gustaría darles personalmente a Ud. mi Rda. y queridísima Madre y a todas mis hermanitas el saludó de Pascual Pero que N. Señor sea el que lleve mis saludos y El les haga presentes mis deseos de paz y de santa alegría para mi Madrecita y Hermanitas. 

¡Cuán feliz se siente el corazón cuando se entona el «Gloria in excelsis» después de ver a N. Señor sufrir tanto por nuestro amor! ¡Después de presenciar la escena horrible del Calvario el viernes, con cuántas ansias espera el alma que ama presenciar el domingo la escena del triunfo más completo de N. Señor sobre la muerte y sobre el pecado! El viernes a las 3 P.M. le pedí a la Sma. Virgen me ofreciera junto con la Divina Víctima. Que primero me purificara con esa sangre divina, y después me diera para siempre y completamente a Dios, para que no tuviera otro ideal que cumplir la voluntad de Dios con amor y con el fin de glorificarlo. 

Sólo me restan 17 días para permanecer en el mundo. Me parecen ya las cosas tan pequeñas que no tengo cómo agradecerle a N. Señor su llamamiento. Pocos días más, y viviré; porque la vida del mundo es muerte. Viviré «abscondita in Christo». Qué vida más ideal, mi Rda. Madre, es la que N. Señor me dará. Ya todo el mundo desaparecerá para mí, para encontrar tras las rejas de mi Carmelo horizontes sin límites, horizontes divinos que el mundo no comprende. 

Pero no crea que voy en busca del Tabor sino del Calvario. Por la gracia de Dios, he comprendido que la vida de la carmelita es una abnegación continua, no sólo de la carne, sino de la voluntad y del juicio. Y aunque a veces esto me hace estremecer, sin embargo no quiero otra cosa que la cruz. Antes me parecía que Dios daría a las almas que se entregan a El los goces y dulzuras de la oración, y que sólo por sentirlas era de encerrarse en el convento. Pero hoy comprendo que eso no es buscar a Dios, sino a sí misma; y me preparo, no para regalos, sino para sequedades y abandonos, en una palabra, para cumplir la voluntad de Dios. 

Le aseguro que no sé qué daría por predicar al mundo entero el abandono ciego en manos de Dios. Créame que lo he palpado en mis asuntos, pues no le he pedido nada sino lo que El quiera y nada más. Le he dicho a mi Jesús que El sea el Capitán. Que ordene. Que su soldado lo seguirá hasta la muerte, pero siempre que lo ayude con su gracia. 

Mi Madre tan querida: desde ahora me pongo en sus manos, para que vaya formando a esta indigna carmelita. Quiero ser una santa carmelita. Sería una locura que, después de sacrificarlo todo, no fuera una carmelita según el ideal de mi Madre Santa Teresa; que mi Jesús no pudiera decirme que era totalmente de El. ¡Qué feliz estoy porque luego ya no tendré que estar disimulando que soy del buen Jesús! Ahora no tengo un momento para estar tranquila con N. Señor y sin preocupaciones. Desde el 7 ya no habrá nadie entre Dios y su sierva Teresa. ¡Qué felicidad! 

Hoy llega mi papacito con mis hermanos, que creo sabrán. No sé cómo irán a portarse conmigo. En fin, lo que quiera Dios. Mi hermano Lucho me escribió una carta muy tierna y cariñosa y me ruega que no me vaya, porque en el mundo puedo no casarme y hacer mayor bien. Pero yo le contesté refutándole sus argumentos, y que ya está decidido. 

Mi sobrinita Luz está muy bien. La encuentro encantadora. ¡Como será esa almita templo de la Sma. Trinidad! La quiero muchísimo y me encanta tenerla en los brazos. Mucho le agradeció mi hermana su recuerdo precioso; pero no sus deseos que fuera carmelita. Salude a mis queridas Hermanitas, por 

quienes tanto rezo, aunque poco valen mis oraciones, y que muy pronto tendré la dicha de vivir junto a ellas. ¡Qué honor vivir entre santas! Por la fuerza tendré que serlo. Y Ud., mi Rda. Madre, reciba el sincero y filial afecto que le profesa su hija en el C.J.M. 

Juana 

P D. Rece por favor por mí, pues creo que sus oraciones me Sostienen. Le encargo para una niña muy atribulada muchas oraciones, para que Dios le dé a conocer su divina voluntad y que tenga paz, pues está tan turbada que no puede hacer el bien como debe. Creo que Ud. Rda. Madre, la conoce y me parece es pariente suya.