Ficha n.1 P. Julio González C.

Ficha n.1 P. Julio González C.

S. Teresa de Ávila, Madre y Maestra de Juanita Fernández

Primer centenario de la Pascua de Juanita a la Casa del Padre

Al comienzo del camino

Objetivo: Conocer más que las trece citas explícitas e implícitas de la Santa Madre Teresa en el Diario y Cartas que nos dejó Juanita, consideremos el significado de su vida mística.

La entrevista

Es la propia Juanita la que en su Diario señala que fue la M. Ríos quien le recomendó, al final de una entrevista decisiva, el 12 de Septiembre de 1915, leer la vida de S. Teresa de Jesús y Teresa del Niño Jesús. Juanita, le confía que ya lo había hecho varias veces, “y saco tanto provecho; pues su alma tiene algunos puntos parecidos a la mía. Y también porque yo como ella, he recibido muchos beneficios de Nuestro Señor, qué la hicieron que llegara muy luego a la perfección; mientras que yo le pago tan mal a Jesús. Esto me enternece y le prometo ser mejor.” (D 13). El tema del pololeo que se menciona en esta entrevista ayuda a Juanita a confirmar que su único amor es Jesucristo. Los hombres no colman sus aspiraciones: sólo Dios basta (Cta.73;75). Ese mismo año con una madurez admirable hace voto privado de castidad (D 15).

Espíritu y carisma

Esta primera llamada a conocer a esta Maestra de oración como es S. Teresa de Ávila, viene a iluminar, abrir caminos nuevos en la vida de Juanita. A sus quince años ya había recorrido una etapa previa de oración vocal y mental con el rezo diario del Santo Rosario y otras prácticas de piedad (D 5). La Santa abulense viene a iluminar esos momentos de diálogo con Jesús y María, que comenzaron el feliz día de su primer acercamiento a la Eucaristía (D 6; Cta.87). Esos “puntos” de los que habla Juanita, se refieren a que lo que está viviendo en el campo de la oración, Teresa de Jesús, avala este camino de oración, como camino cierto de encuentro con Dios, lo que a su vez señala, que está en camino de perfección. Estamos en el inicio de una experiencia de oración, que es nutrida por la lectura y el caudal del saber místico de Teresa en el alma de Juanita que hará suyo hasta convertirla en su Maestra espiritual.

Ese 1915, es el inicio del compromiso de quien se sabe amada por Dios quiere con sus fuerzas y voluntad corresponder a ese amor divino que la envuelve. Como la Santa abulense a sus años de joven religiosa se debatía entre Dios y el mundo, Juanita vive el carisma del Carmelo en el internado de su Colegio (V 9-10). Es el amor de Dios que irrumpe en la vida de Juanita, que las cosas de la tierra no pueden satisfacer. “Créeme. Sinceramente te lo digo: yo antes creía imposible poder llegar a enamorarse de un Dios a quien no veía; a quien no podía acariciar. Mas hoy día afirmo con el corazón en la mano que Dios resarce enteramente ese sacrificio. De tal manera siente uno ese amor, esas caricias de N. Señor, que le parece tenerlo a su lado. Tan íntimamente lo siento unido a mí, que no puedo desear más, salvo la visión beatífica en el cielo. Me siento llena de Él y en este instante lo estrecho contra mi corazón pidiéndole que te dé a conocer las finezas de su amor. No hay separación entre nosotros. Donde yo vaya, Él está conmigo dentro de mi pobre corazón. Es su casita donde yo habito; es mi cielo aquí en la tierra. Vivo con El y, a pesar de estar en los paseos, ambos conversamos sin que nadie nos sorprenda ni pueda interrumpirnos. Si tú lo conocieras lo bastante, lo amarías.” (Cta. 40).

La meditación, espejo del alma.

Esta lectura y praxis oracional, habla de su interés en avanzar en el camino de oración que había iniciado desde su infancia. “Todos los días hago mi meditación y veo cuán gran ayuda es para santificarse. Es el espejo del alma.” (D 18). Mucho tiene que decir de la Santa abulense en todo esto: “He leído en la Vida de Santa Teresa que recomienda esta Santa para aquellos que principian a tener oración, figurarse el alma como un huerto que está lleno de hierbas y árboles dañinos y todo muy seco. Entonces al principiar a tener oración, el Señor pone en él plantas hermosas y que nosotras debemos cuidar de ellas para que no se sequen. Para esto, siempre los que principian tienen que sacar agua del pozo, que cuesta, pues son las dificultades con que cada uno tropieza al principiar la oración.” (D 18; V 11,6-8).

Conscientes que Juanita Fernández quizás no leyó todas las obras de la Santa, sin embargo, supo ir a la fuente y sacar provecho de esa experiencia, aprender y profundizar en su propia vivencia: mortificar su voluntad rebelde y emprender el camino de la oración. Consta que leyó Vida y Camino de perfección (D 13;18; Cta.20; 25; 36).

El primer trabajo, en el camino de Jesús, lo fue haciendo en modificar su carácter, suave y orgullosa, al decirle que era la bella de su casa, rebelde y perezosa a la hora de obedecer (D 2; V 1,1-2). “En el mes del S. Corazón, yo modifiqué mi carácter por completo. Tanto que mi mamá estaba feliz de verme prepararme tan bien a mi Primera Comunión” (D 5). Decidida a continuar el camino de la oración vence los respetos humanos y con determinación vence los obstáculos que encuentra en la media que avanza (D 18; CV 21,2). Será un desafío continuo, matar su orgullo y hacer germinar desde lo profundo la humildad, en su alma, jardín de hermosas virtudes.

En el campo de la oración, la siembra que hizo la Santa abulense en el alma de Juanita, fue fecunda en el sentido de crear conciencia de ser orante, lo que establece la comunión con Dios y que nos ama. Juanita, hace de la oración, un trato de amistad con Jesús, con quien sabemos nos ama, como había enseñado Teresa (V 8,5). La certeza de sabernos amados por Dios, es la puerta para progresar en su camino y ayudar a otros a descubrirlo en sus vidas. No va sola en su camino, va con Jesús y los que quieran acompañarla. Ella nos confía esto:

“N. Señor me dijo quería que viviera con El en una comunión perpetua, porque me amaba mucho. Yo le dije que, si Él quería, lo podría pues era todopoderoso. Entonces, en lo íntimo de mi alma, de una manera rápida, me hizo comprender el amor que lo hacía salir de Sí mismo para buscarme; pero, esto fue sin palabras y me encendió en el amor de Dios.” (D 51; Cta. 82; 88;102;108;111; 142).

Estar con ÉL.

He aquí los términos más usados por Juanita al hablar de oración y agregamos el trasfondo teresiano-sanjuanista.

“Estarse muchas veces” con Dios (V 8,5), es fundamental a la hora de orar, lo que habla de la actitud de Juanita, como enamorada de Jesús, que va con gozo a su encuentro. “Hice mi oración. No tuve ni recogimiento, es decir, interno, ni fervor. Tampoco sentía amor, ni oí la voz de N. Señor. Sin embargo, sentía consuelo de estar con Dios.” (D 52; V 9,4.6; 4,7). Está con Jesús en su Pasión (D 55; V 9,1); quiere escucharle como la Magdalena sentada a sus pies (Cta.56; V 9,2;17,4); en su soledad sabe que está con Dios y la quiere a su lado (Cta.58). Las misiones en el campo en que participa, comienzan estando con ÉL, a sus pies orando, tendrá que escucharle en esos días de cielo (Cta.59). Profundizando en su recogimiento oracional, vive todo su espíritu sumergido en Dios el que sin palabras le da a conocer su voluntad (Cta.66; cfr. Cta.106; 109).

Diálogo con Dios.

“Tratando a solas” (V 8,5). Ese trato la Santa lo pensó como diálogo a solas con Dios. Juanita, sigue lo trazado por Teresa, lo amplía en su concepción desde su vida de laica carmelita o carmelita en el mundo y luego de monja.

Cristo Maestro

“Su Majestad fue siempre mi maestro” (V 12,6). La Santa de Ávila, es consciente que su experiencia y doctrina nacen de su cercanía en la oración (cfr. V 10,1; CV 24,2.3.5; 32,11;36,5). Juanita se hace eco: “Mi oración consiste casi siempre en una íntima conversación con Nuestro Señor. Él me dice qué debo hacer para serle más agradable” (Cta. 56).

“Como Ud., ya lo sabe, mi oración consiste en una conversación sencilla con N. Señor. Lo considero dentro de mi alma y yo me pongo a sus pies escuchándolo. Él me dice lo que debo hacer y evitar. Y me explica otras veces algún paso de su vida.” (Cta.58).

“Consolémosle a cada segundo diciendo que le amamos. Le gusta tanto este canto no interrumpido de amor… Amémosle en cada uno de nuestros actos, haciéndolos con perfección y sólo por agradar a Él.” (Cta.104).

“Si el estar sólo en su presencia, si el mirarle sólo nos basta para amarle, y estamos tan prendadas de su Hermosura que no podemos decirle otra cosa, sino que le amamos.” (Cta.109; cfr. Cta.137).

Este trato amoroso, como fruto esperado, lleva al conocimiento; a que los protagonistas del encuentro, se amen, y la unión con Dios sea la meta alcanzada, tan cantada por S. Teresa y S. Juan de la Cruz en su itinerario hacia la santidad

Conocer a Jesús. Amor y unión.

S. Teresa nos confía: “Es muy buen amigo Cristo, porque le miremos hombre, le vemos con flaquezas y trabajos, es compañía” (V 22,10). Y “me parecía andar siempre a mi lado Jesucristo…y que era testigo de todo lo que yo hacía” (V 27,2; Cfr. V 27,4.5.7).

Al P. Artemio Colom, le da razones para ser carmelita y luego de visitar Los Andes, preferirlo a otros monasterios. Intuye que el Señor la quiere ahí. Una de las razones es la vida de oración: “La primera (razón) es por la vida de oración que allí se vive, vida de íntima unión con Dios. Creo que la oración no me cansará -así lo espero-, pues mi alma siente cada día más la necesidad más apremiante de orar, de unirse a Dios, de tal manera, que ahora paso constantemente en oración. Lo adoro allí en el fondo de mi alma a mi Jesús, y todo lo que hago lo hago con El y por su amor. Todos los días tengo una hora de oración por la mañana, y media hora en la tarde. Esas horas son para mí un ratito de cielo, a pesar que a veces no puedo recogerme.” (Cta.56).

A su amiga Inés Salas le recomienda: “Si tú te das a la oración, conseguirás que Dios se te manifieste y te enamore de Él. En la oración nuestra alma lo busca, y si es con ansias de conocerlo y de amarlo, Jesús levanta un tanto el velo que lo encubre y muestra su divina Faz radiante de hermosura y suavidad.” (Cta.121). A otra amiga Amelia Montt escribe: “Soy la persona más feliz con mi vocación, y no me canso de darle gracias a Dios por haberme traído a este rinconcito de cielo. Vivo sólo para Dios. Mi única ocupación es conocerlo para más amarlo. Y en la oración es donde el alma aprende a conocer a Jesús, y por lo tanto a amarlo. Y como el amor no puede consentir diferencia sino igualdad, resulta de él la unión que está en la semejanza.” (Cta.141). A su prima Ana Rucker: “Pero para mí existía un atractivo inmenso para la vida de oración, para la vida de íntima unión con Dios ya desde este destierro” (Cta.160).

Mirarlo a ÉL, pensar en ÉL.

La mirada de amor a Jesús, es otra manifestación de la fidelidad de Teresa de Los Andes a sus maestros espirituales S. Teresa y Juan de la Cruz, en los caminos de la fe y oración. Este tema lo encontró en su lectura del libro de la Vida y Subida del Monte Carmelo. La Santa aconseja, en su tratado sobre el modo de regar el huerto, a los que comienzan a orar a no reducirla a pensar sino darle un sentido contemplativo: “Si pudiere, ocupar el entendimiento en que mire que le mira el Señor” (V 13,22). En un estado superior de este diálogo con Dios, tercer grado de oración, aparecen los efectos de la en la vida ordinaria y en la psicología del orante: amar, entender, recordar. La vida mística se hace presente en lo profundo, es el proceso de unión con Dios, donde la voluntad y el entendimiento se rinden al querer divino. “El entendimiento … está ocupado gozando de Dios, como quien está mirando, y ve tanto, que no sabe hacia dónde mirar” (V 17,5).

El místico del amor, Juan de la Cruz, centra la mirada en Cristo Jesús, como culmen de la revelación, palabra definitiva del Padre al hombre. Si alguien quiere preguntar al Padre por nuevas revelaciones o visiones, haría un agravio a Dios. Porque Dios le podría responder: “Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en el aún más de lo que pides y deseas. “(2S 22,5). El Dios Padre insiste en que es toda su visón y revelación: “Lo cual os he ya hablado, respondido, manifestado y revelado, dándoosle por Hermano, Compañero y Maestro, Precio y Premio” (Ib.). Si el alma todavía quiere algún consuelo, el Santo le aconseja en nombre de Dios, mire a su Hijo, sujeto a su amor: “Pon solos los ojos en él, y hallarás ocultísimos misterios y sabiduría, y maravillas de Dios, que están encerradas en él, según mi Apóstol (Col. 2, 3) dice: En el cual Hijo de Dios están escondidos todos los tesoros de sabiduría y ciencia de Dios. (Col.2,3). Los cuales tesoros de sabiduría serán para ti muy altos y sabroso y provechosos en las cosas que tú querrías saber” (2S 22,6).

Ambos Doctores de la Iglesia, Juan y Teresa de Ávila influyeron en la visión de la joven religiosa en el momento de mirar a Dios, a Jesús más concretamente como el Esposo que la invita a la soledad e intimidad a la interior bodega a beber adobado vino del amor de Dios (CB 25-26). Teresa de los Andes lo expresa y vive así:

“Nuestra Santa Madre recomienda esta mirada amorosa al Esposo de nuestra alma. Míralo sin cansarte, Isabelita, dentro de tu cielito; y pídele, cuando le mires, te dé las virtudes que te hagan hermosa a sus divinos ojos.” (Cta. 109)

Al P. Julián Cea le confía: “Mi oración, por lo general, es una especie de mirada a Dios sin raciocinar.” (Cta.122).

Jesús, buena compañía

Las malas compañías le trajeron problemas a Teresa de Ahumada en su adolescencia con una parienta (V 2,4.5.8; 3,1.5). Luego de su conversión a Cristo será el único Amigo de quien fiarse. “Es excelente manera de aprovechar… traer consigo esta preciosa compañía de Cristo” (V 12,2). Ambas santas tuvieron el don de hacer muchas amistades a lo largo de sus vidas. Ambas poseían el don de gentes, saber relacionarse con todo tipo de personas con afabilidad.

A Clara Urzúa le recomienda el recogimiento en la oración: “Apenas tengas un momentito libre, sin estudiar, éntrate a tu celdita para hacer compañía a tu Divino Maestro. Míralo con los ojos de tu alma. Contempla su hermosura. Penetra en su corazón: está lleno de amor por ti.” (Cta. 142).

Como S. Teresa de Jesús, la joven discípula lee su historia, e invita a pensar su verdad, su existencia, a la luz infinita de Dios Creador.

A una amiga con inquietudes vocacionales enseña: “El que ama siempre piensa en el amado. Nosotras pensemos constantemente en El; pero ya que es esto imposible, al menos pensemos muy a menudo en El” (Cta.65; F 5,16).

Búscate en mí.

“A lo que parece el mote es del Esposo de nuestras almas, que dice: “Búscate en Mí” (Vej.2).

A Graciela Montes aconseja: “Medita sobre el grandioso acto del amor de nuestro Dios. Piensa que es Dios, el Ser único necesario, el Ser que no necesita de nadie para existir; y sin embargo, te busca a ti; para entrar en tu alma, para consumar en ti la unión más íntima, para convertirte en Dios. Otra vez, puedes pensar en tu miseria, en tu ingratitud, y acudir donde Jesús como hija pródiga.” (Cta.137; cfr.Cta.109).

Experiencia orante del cielo

La vida de oración de todo cristianismo tiene mucho de gracia y de desafíos a la hora de encontrarse con uno mismo y con el Otro. S. Teresa de Ávila por eso recomienda el conocimiento personal (cfr. V 13,1.14.15; 14,15; 16,7; CV 32,13; 39,5; 1M 1, 2.5.8; 2M 2, 8.9.11; 3M1,9; 2,2; 4 M 1,9; V M 3,1: 6M 4,11; 5,6; 9,15;10,7), no dejar la oración, y en actitud humilde y amorosa continuar con el diálogo con Dios.

A su amiga Elena Salas escribe. “Créeme. Sinceramente te lo digo: yo antes creía imposible poder llegar a enamorarse de un Dios a quien no veía; a quien no podía acariciar. Mas hoy día afirmo con el corazón en la mano que Dios resarce enteramente ese sacrificio. De tal manera siente uno ese amor, esas caricias de N. Señor, que le parece tenerlo a su lado. Tan íntimamente lo siento unido a mí, que no puedo desear más, salvo la visión beatífica en el cielo. Me siento llena de Él y en este instante lo estrecho contra mi corazón pidiéndole que te dé a conocer las finezas de su amor. No hay separación entre nosotros. Donde yo vaya, Él está conmigo dentro de mi pobre corazón. Es su casita donde yo habito; es mi cielo aquí en la tierra. Vivo con El y, a pesar de estar en los paseos, ambos conversamos sin que nadie nos sorprenda ni pueda interrumpirnos. Si tú lo conocieras lo bastante, lo amarías. Si estuvieras con Él una hora en oración, podrías saber lo que es cielo en la tierra” (Cta.40).


El cielo en la tierra

A la Madre Angélica le confía: “Esa hora para mí es a veces un cielo; pero otras veces hay tantas tinieblas en mi alma que no descubro en ella a mi Jesús.” (Cta. 30; CV 13,7).

Al P. Artemio Colom le confirma: “Todos los días tengo una hora de oración por la mañana, y media hora en la tarde. Esas horas son para mí un ratito de cielo, a pesar que a veces no puedo recogerme.” (Cta.56; 5M 1,2).

Al P. José Blanch le explica: “Porque la vida de oración y de unión con Dios es lo que más amo más por encontrarla la más perfecta; ya que es una vida de cielo; en cierto modo, pues la carmelita no se preocupa sino de unirse con Dios, de contemplarle siempre y de cantar sus alabanzas” (Cta.58; CV 28,1-2).

A su amiga le pide: “Elisa, sé carmelita cuando estés con Jesús. Y si a veces tienes tu corazón insensible que no sientes amor para Jesús, no dejes la oración, no pierdas esos momentos de cielo en que está tu alma sola con El. ¿Qué importa que no le hables? Estás enferma y ÉL es tu Esposo, se compadece y te acompaña.” (Cta.109; CV 28,5).

La hermana Teresa de Jesús, comparte los primeros frutos orantes como monja carmelita, en junio de 1919 con su hermano Luis, el más sensible a la partida de Juanita al monasterio. A la duda de si todavía lo quiere como hermano, Teresa le responde que su corazón está poseído, perfeccionado, por el amor divino, y cuanto más perfecto es ese amor, es mayor y grande.

“Así que no dudes en todo momento ruego por ti y la oración es un canto de amor. Lucho, haz oración. Piensa tranquilamente quién es Dios y quién eres tú, y todo lo que le debes. Anda después de las clases a una iglesia, donde Jesús solitario te hable al corazón en místico silencio. Únete a mí. A las cinco yo estoy en oración. Acompañemos al Dios abandonado y pidámosle nos dé su santo amor. Adiós, hermanito tan querido. Siempre tienes hueco en mi pobre corazón de carmelita y hermana…” (Cta. 107).

Concluimos con un texto donde los puentes de la fe evangélica y de la oración acercan a la persona de Jesús al orante: “Tan presente está a mi alma Jesús en el sagrario, que no envidio a los que vivieron con ÉL en la tierra” (Cta.151). Esta confesión tiene su origen en Teresa de Jesús y su amor al Santísimo Sacramento “Mas a ésta le había el Señor dado tan viva fe, que cuando oía a algunas personas decir que quisieran ser en el tiempo que andaba Cristo nuestro bien en el mundo, se reía entre sí, pareciéndole que, teniéndole tan verdaderamente en el Santísimo Sacramento como entonces, que ¿qué más se les daba?” (CV 34,6).

Para reflexionar

1.- ¿Hago lectura de las obras de S. Teresa de Ávila y qué aporta a mi vida religiosa?

2.- ¿S. Juanita Fernández, es una compañera de camino hacia Jesús?

Conclusión

En esta primera etapa de su vida espiritual, Juanita /Teresa de Los Andes no sólo abre caminos luminosos y oscuros fruto de su fe y adhesión a la persona de Jesús.

Enamorada de Jesús no dejará de amarle y por lo mismo, de orar, donde descubrirá tesoros inefables que la prepararan a la contemplación como don y responsabilidad al servicio de Dios, del prójimo, en definitiva, de la Iglesia.

P. Julio González C.

Pastoral de Espiritualidad Carmelitana.

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