J.M J T Pax Christi, 4 de octubre de 1919
Mi querida hermanita: Que Jesús te guarde dentro de su corazón.
Perdona no te haya contestado tu cartita, pero he aprovechado para escribir a las chiquillas; pues como ahora nos levantamos más temprano, tenemos una hora más. Sin embargo, hemos principiado a trabajar en la huerta y a arreglar los jardines del noviciado; lo que nos toma todo el tiempo casi. No te imaginas lo linda que está la huerta. Las flores se pierden por todas partes, y ayer nuestra Madrecita nos dio licencia -a una de las Hermanitas novicias y a mí- para ir a hacer la oración en las ermitas. Créeme que estaba preciosa la tarde. Todo llevaba a engolfar el alma en Dios. Y recordé las tardes de Chacabuco y San Javier, cuando sola me iba a hacer oración.
Me faltan 12 días, Dios mediante, para mi toma de hábito. ¿No te parece un sueño? Paréceme que sólo ayer era chiquilla chica, y hoy ya voy a ser religiosa. Te aseguro que tengo ansias de tomarlo. Pero, por otro lado, tiemblo por la responsabilidad que tendré. Todo lo del mundo va a desaparecer para mí. Voy a ser revestida de una vestidura de penitencia. ¡Pobre de mí, si mi alma no tiene el espíritu de sacrificio y abnegación! ¡Qué cambio tan grande se va a operar en mi! Tiemblo no corresponder debidamente al llamamiento de Dios. Sin embargo, Jesús y la Sma. Virgen me auxilian en todo momento. No te imaginas cómo siento su protección. Cuánto rogaré por ti, hermanita querida, ese día; no para que seas religiosa, sino para que seas toda de Dios, cumpliendo su divina voluntad.
Si supieras cómo ruego por ti… Te diré con franqueza que encuentro que el mundo te entusiasma y que todavía no eres insensible a sus halagos. Te gusta brillar en él, ¿no es cierto? Mas no creas que esto te pasa sólo a ti. Es innato en la criatura el deseo de sobresalir. Pero, si pensáramos de qué sirven esos triunfos sociales que de la noche a la mañana se disipan… Esos aplausos, fingidos las más de las veces, ¿qué son? ¿Qué queda de provecho, si no es un orgullo secreto en el alma? No. Nada de eso sirve; pues lo único que vale aquí en la tierra es todo aquello que nos lleve más a Dios. El es el único que podrá llenar y satisfacer tu alma. Esto tú lo dices. Sin embargo, en la práctica, ¿estás convencida de ello? Si por un momento pudiera hacerte comprender la vida de unión e intimidad con Jesús, que día por día se acrecienta en mi alma, lo dejarías todo. Ese Jesús no quiere que exista nadie entre El y yo y, manifestándose a mi alma, la ha enamorado en tal forma que sólo en El puedo encontrar reposo. Tú, hermanita querida, por mucho que pienses, no podrás jamás adivinar esa corriente divina en que El me sumerge; y créeme que siento hastío por todo lo que no es El, o lo que no se refiere a El. ¡Oh, si supieras cómo lo amo! Es mi Dios, mi Padre, Madre, Hermano, Esposo. Es mi Jesús…
Quisiera seguir, pero van a tocar y quiero vaya hoy. Cuando vayas al teatro, no mires mucho. Corta el argumento en lo más importante. Adora y ama a Jesús. Cuéntame tus impresiones todas de las fiestas, etc., sin ocultarme nada. Déjame leer como antes en tu alma.
Me gustaría mucho me hicieras un regalito para mi toma de hábito. Pídele plata a mi papá, y me compras un buen despertador, porque son muy malos los de aquí, y se paran en la noche. Uno así como el mío sería bueno.
Adiós, Pichita querida. Estudia a Jesús. En El te introduzco. Tu humilde hermana en Cristo,
Teresa de Jesús, Carmelita
Saluda a todos…