Pax Christi Convento del Espíritu Santo, 17 de febrero, 1920
Mi siempre y tan querida Anita: Que la gracia del Espíritu Santo sea en tu alma…
No necesito decirte que mi felicidad es cada día mayor, pues teniendo las mismas aspiraciones, conoces que sólo Dios nos basta para ser dichosas. Palpo a cada instante lo que es ser toda de Dios y me parece que, si ahora me fuera necesario pasar por el fuego para consagrarme a El, no titubearía en hacerlo; pues todos los sacrificios desaparecen ante la dicha de poseer a sólo Dios.
Nada sé, mi querida Anita, del estado en que te encuentras respecto a tu entrada al Sdo. Corazón. Espero ha de estar muy adelante y que pronto realices tus deseos. No creas que, al preferir mi vocación de carmelita, no aprecie tu vocación, que la encuentro también toda llena de sacrificio y abnegación. Pero para mí existía un atractivo inmenso para la vida de oración, para la vida de íntima unión con Dios ya desde este destierro. Sin embargo, quiero proponerte una nueva vocación que creo te gustará, y es que seas religiosa del Sdo. Corazón en las obras de celo, y que seas carmelita, que vivas siempre con Dios en el fondo de tu alma.
No es ésta una vocación nueva. Es la tuya propia. Tienes que poseer a Dios para darlo a las almas. Prepárate mientras estés en el mundo para la vida religiosa, practicando las virtudes de obediencia y humildad. Obedecer a la primera indicación, sin demostrar en absoluto contrariedad, y también fijarse en lo que se ordena para no tener la disculpa de que se ha olvidado; pues una religiosa debe fijarse y estar sobre sí siempre. En la humildad, ejercítate en no disculparte, en prestar servicios, aún a las sirvientes, y considerarte siempre como la última, haciendo la voluntad de los otros sin que noten en ti el sacrificio.
Sobre todo, sé muy fiel en hacer aquello que el Señor te inspira; más aún, si son pequeñeces, pues la vida religiosa es una serie de cosas pequeñas; las cuales, obradas con perfección, engrandecen el alma. Todo esto que te digo, es sólo lo que oigo y veo en mis hermanitas, pues todavía no sé nada.
Quisiera seguir, pero luego tocarán a maitines. Saluda a tu mamá y a todos. Y tú recibe, querida Anita, desde esta mi pobre celdita, un cariñoso abrazo de tu prima carmelita que vive más en un cielo que en la tierra.
Nuestra Madrecita te manda un saludo cariñoso. Reza para que sea fervorosa. Tu indigna
Teresa de Jesús, Carmelita
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