Maestranza, marzo 23 de 1916
Señorita Carmen de Castro O.
Mi querida Carmencita:
El domingo supe en el salón la muerte de la Oreana, y he tenido mucha pena al acordarme del cariño que tú le tenías. Yo,
sin conocerla, la quise sólo con lo que tú me hablabas de ella. Así es que todos estos días mis oraciones han sido por ella sin olvidarme de ti, por cierto, para que Dios te consuele de la pérdida de una prima y amiga tan querida.
Pero por otra parte, para ella ha sido una felicidad. Fue un ángel que pasó por el mundo sin empañar sus alas. Supo cumplir la voluntad de Dios desde sus más tiernos años, y ya habrá traspasado los umbrales de la felicidad. ¿Acaso, mi querida Carmencita, no crees que ella habrá rogado por ti? ¡Feliz tú, que tienes una amiga que vele desde arriba todos tus pasos!
La primera vez que salga te iré a ver, pues tengo tantas cosas que contarte, y creo que tú también, pues hace tiempo que no nos vemos. Sobre todo ahora quisiera estar a tu lado para consolarte. Tú sabes que sufro junto contigo y, aunque estamos separadas, mi corazón está contigo.
Saludos para tu mamá y hermanos, a quienes dirás la parte que tomo en su pesar. Y tú, querida Carmenchita, recibe con un beso y fuerte abrazo, el cariño de tu amiga que no te olvida un instante.
Juana
P.D.– No la muestres a nadie. Saludos a la Inés de parte de la Rebeca.