112. A su hermana Lucía 29 de junio de 1919

112. A su hermana Lucía 29 de junio de 1919

Junio 29 de 1919 

Mi Lucecita tan querida: Que la gracia del Espiritu Santo sea siempre en tu alma. 

Tanto tiempo se ha pasado sin poderte contestar… Pero creo no te sentirás, porque no he tenido tiempo, pues sabes perfectamente lo mucho que te quiero y que, a pesar que vivo más en el cielo que en la tierra, no me olvido de mis hermanitos y de mi sobrinita regalona. 

Quisiera expresarte mi felicidad. Si, quisiera por un momento hacerte saborear la dicha de ser enteramente de Dios, pero no hay lenguaje humano para reproducir los sentimientos divinos en que mi alma se halla sumergida. Lo he dado -es verdad- todo; pero también he llegado a poseer al Todo. Si el cariño de Chiro y todos sus sacrificios por ti te hacen quererlo más, ¿qué te diré yo, cuando en Dios su amor no ha encontrado límites y su inmolación ya no puede ser mayor porque su sabiduría todo lo agotó? 

¡Ay Lucita! Siento ansias de amarlo hasta lo infinito; pero mi incapacidad y miseria la palpo cada vez más. Quisiera consumirme y morir muy pronto por amarlo. Pero la vista del mundo pecador, del ambiente glacial que reina alrededor del altar me detienen. Entonces mejor prefiero «sufrir y no morir». Si, sufrir y no morir para llorar junto al divino Prisionero y consolarlo en su destierro. Quisiera hacer comprender a las almas que la Eucaristía es un cielo, puesto que «el cielo no es sino un sagrario sin puertas, una Eucaristía sin velos, una comunión sin términos». 

Sí, mi Lucita, es preciso que prepares el corazón de tu Lucecita para que sea siempre sagrario de Jesús. Ahora con tus oraciones, más tarde con la enseñanza, la vigilancia y el ejemplo. Enséñale a amarlo desde chiquita . Háblale siempre que hay un Dios que la ama infinitamente y que en el altar vive para unirse a nuestras almas. Que su primera palabra sea Jesús. Yo, desde mi conventito, estoy a su lado. Me sentía siempre tan dichosa cuando la tenía en mis brazos… Veía en su alma a la Sma. Trinidad. ¡Qué misterio y qué contraste: en su corazoncito, un cielo entero! Dale muchos besos de parte de su tía. La quiero tanto… 

A Chiro le dirás que siempre le conservo el cariño de hermano, y que no me olvido que hace un año del matrimonio y que ruego mucho para que sean siempre tan felices. Busquen siempre a Dios, en El está la fuente de la dicha. 

Adiós. A Dios, pichita tan querida. Vivamos muy unidas en el Corazón de Jesús. Tu indigna 

Teresa de Jesús, Carmelita. 

Saludos a todos. Estoy apurada.

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