J.M .J.T. Pax Christi
Convento del Espíritu Santo, 14 de agosto
Rdo. P. Julián Cea, Talca
Rdo. Padre: Que la gracia del Espíritu Santo sea en su alma.
A pesar de mis deseos de escribirle desde este rinconcito de cielo, no había podido hacerlo por falta de tiempo, pues aquí se pasa éste volando.
Hacen ya tres meses, Rdo. Padre, que todo lo dejé por seguir la voz de Dios. En seguirla encontré el sacrificio más grande de la vida. Sin embargo, encontré la felicidad más completa, la única verdadera aquí en la tierra. Ahora que me encuentro sola con el Dios-Amor. Me parece nada todo cuanto hice por conquistar esta soledad tan querida, donde el alma sólo posee a Dios. Mi vocación me es tanto más querida cuanto más la compenetro. La verdadera carmelita, según entiendo, no vive. Dios es el que vive en ella. Eso es lo que trato de realizar: contemplar incesantemente al Ser Divino, perdiendo mi nada criminal en su océano de caridad. Esto es lo que quiere de mí el Divino Jesús: renuncia y muerte de mi ser para que El viva en mí.
Qué feliz me siento cuando al fin del día puedo decirle que me he negado en todo. Pero desgraciadamente esto no es diariamente, pues con frecuencia veo que no estoy del todo desasida de las criaturas, pues deseo conversar con mis hermanitas; lo que no debe existir en una carmelita, cuyo trato debe ser sólo con Dios. ¿No encuentra vuestra Reverencia lo mismo? (C 122)
A pesar de mis miserias, Dios me toma cada vez más para Sí. No se imagina vuestra Reverencia cómo se descubre cada vez más a mi alma. Las locuciones interiores siempre las siento. También se me han representado imágenes interiores de N. Señor en ciertas épocas. Una vez, se me representó N. Señor agonizante, pero en forma tal que jamás lo había visto. Me tuvo ocho días sumida en una verdadera agonía, y lo veía a toda hora. Después cambió de forma, y el día del Sdo. Corazón se me presentó Jesús con una belleza tal, que me tenía completamente fuera de mí misma. Ese día me hizo muchas gracias. Entre otras, me dijo que me introducía en su Sdo. Corazón para que viviera unida a El; que uniera mis alabanzas a la Sma. Trinidad a las suyas; que todo lo imperfecto El lo purificaría.
28 de Agosto. Tantos días sin poder seguir mi carta. Vuestra Reverencia me perdonará, pues bien sabe que no disponemos ni aún del tiempo. Es lo más rico. Pero seguiré dándole cuenta de mi oración, pues siempre existen en mí las dudas: que es todo ilusión lo que me sucede… Aunque últimamente no puedo dudar sea Dios el que se une a mí, pues lo siento apoderarse de mi ser.
Mi oración, por lo general, es una especie de mirada a Dios sin raciocinar. A veces siento mi alma como que quisiera salir de mí, para confundirse en el Ser divino. Otras veces es Dios el que entra en mi ser. Entonces mi alma está sosegada. Siento interiormente un fuego consumidor, que me consume enteramente.
31 de Agosto. Sólo a ratos le puedo escribir. No sé como decirle lo que quiero expresar de todo lo que me ha pasado esta semana. En estos momentos sufro horriblemente. Sólo Jesús, que es el que me martiriza, lo comprende. Créame, Rdo. Padre, que lo que ha pasado por mí no lo puedo expresar. Cuando estoy en la oración no dudo sea Dios el que se une a esta miserable pecadora; pero saliendo de la oración, creo es el demonio o ilusiones que me forjo. Haré lo posible por decirle lo que siento.
Hacen 6 [días], estando en la acción de gracias después de la comunión, sentí un amor tan grande por N. Señor que me parecía que mi corazón no podía resistir; y al mismo tiempo -créame, Padre, que no sé decirle lo que me pasó, pues quedé como atontada- he pasado todos estos días como si no estuvie-ra en mí. Hago las cosas, pero sin darme cuenta. Después, en la oración, se me presentó Dios, e inmediatamente mi alma parecía salir de mí; pero con una violencia tal, que casi me caí al suelo. No pierdo los sentidos, pues oigo lo que pasa al lado, pero no me distraigo de El. Sobre todo cuando el espíritu sube más, entonces no me doy cuenta (esto es por espacio de minutos, creo) pero paso la hora casi entera en este levantamiento de espíritu; pero eso sí que con interrupciones, aunque en estas interrupciones no vuelvo bien en mí. Después mi cuerpo queda todo adolorido y sin fuerzas. Casi no puedo tenerme en pie. Y el otro día me pasó que no tuve fuerzas ni aún para llevarme el tenedor a la boca. Tenía tan pesado y adolorido el brazo que no podía. Creo que pasaron dos [días] sin poder hacer nada. En estos propósitos estaba, cuando de repente se me vino a la mente el anonadamiento de Dios bajo la forma de pan, y me dio tanto amor que no pude resistir; y mi alma, con una fuerza horrible, tendía a Dios. Después sentí esa suavidad, la que me inundó de paz y me convenció que era Dios.
Sin embargo, hoy estoy con todas las dudas y he llorado, porque no quiero llamar la atención de mis hermanas. Por otro lado, el amor de Dios que siento es tan grande que estoy sin fuerzas, y creo que, si me viniera un levantamiento de espíritu, no podría resistir.
También pienso que, cómo yo, siendo una pecadora y que sólo tan poco tiempo me doy a la oración, Dios se va a unir a mí. Sin embargo, El me dijo que yo sufriría la purificación por medio del amor, pues quería hacerme muy suya. Otras veces, se me ocurre que las hermanas me van a creer que yo soy una hipócrita, que quiero hacerme pasar por extraordinaria, y que me van a echar. Esto no me atormenta tanto, porque gozaría que todas me despreciasen.
He visto que esta oración me hace buscar más soledad. No tengo ningún apego. Tengo más humildad, amor al sufrimiento, a la mortificación. Sobre todo siento que yo no soy la que vivo, sino Jesús.
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