Algarrobo, 12 de febrero de 1918
Señorita Carmen De Castro Mi querida Carmen:
Presiento que has de estar sentida conmigo, porque no te he escrito, pero verdaderamente no he tenido la culpa, pues cada vez que me pongo a escribirte, me vienen a buscar para salir.
Te aseguro que, aunque hacemos muchos paseos, ya a caballo ya a pie, me estoy aburriendo; pues como tú sabes, me cansa esa vida tan agitada. Sobre todo que me gusta estar a mis horas inde-pendiente, y aquí no tengo un momento libre para escribir, para leer, que, como muchas veces te lo he manifestado, son mis más gratas ocupaciones.
Hoy he conseguido con mi mamá que me dejaran en la tarde aquí en la casa porque me duele la cabeza, y aprovecho para conversar contigo que, aunque estás siempre en espiritu a mi lado, te echo mucho de menos, pues las chiquillas que aquí hay son completamente opuestas a mi carácter. Así verás los deseos de tenerte a mi lado, de disfrutar ambas a nuestro gusto de esta vida que, por otra parte, es tranquila; de poder comunicar lo que pienso, y de tener a una amiga que tenga las mismas inclinaciones mías. En fin, no te quiero decir más, pues esto es un sueño que nunca será realidad; pues, como siempre hemos dicho, es demasiada felicidad y ésta no existe en la tierra.
Te comunicaré que aquí he estado en grupos con chiquillos. El otro día, con ocasión de la visita de las Salas Hurtado, tuvimos una reunión enteramente de confianza donde misia Julia Freire de Rivas. Y por todo lo que he visto y he ordo, me he formado una idea de las fiestas sociales muy poco favorable; pues me pregunto cómo pueden llamar entretenida una cosa así, donde no se oyen más que puras tonteras. Mira, te aseguro que, cuando pienso que tal vez tenga que asistir a las tales reuniones, me entran ganas de llorar, y más que nunca anhelo el rinconcito donde existe la verdadera soledad, y donde reside la felicidad, pues allí poseeré a Dios, principiando así la vida del cielo. Entre tanto la busco dentro de mi alma y, cuando estoy en medio de las chiquillas, pienso que tengo a Jesús, y le presento mi corazón, con la satisfacción de que, aunque es tan pobre y miserable, no me lo ha de desdeñar en ese sitio donde, en medio de la alegría, nadie lo recuerda .
Carmen, está muy triste mi carta, pero así está mi ánimo, y contigo es la única que me puedo desahogar. Quizás soy demasiado egoísta, pero perdóname. Ahora que te he expresado lo que pienso me siento feliz. Además hace 3 días que no comulgo porque me he acostado tarde así es que con esto te lo digo todo…
Como te decía, hemos hechos varios paseos. El otro día fuimos a tomar onces a un bosque encantador, donde no penetra rayo de sol, donde crecen los helechos como maleza. Lo pasamos muy bien, pues íbamos sólo tres chiquillas: la Luz Rivas Freire, la Juanita Lyon y las Hurtado Valdés, que son muy dijes, y nosotras tres con misia Julia Freire y un hijo de ella que tiene 15 años.
Fíjate que vinieron de Cartagena las Salas Hurtado. Salieron a las 6 de la mañana y llegaron a las 11 aquí. No te imaginas qué viaje han hecho, pues venían a caballo y hacía 5 años que no hacían paseos largos. La Rosita, sobre todo, llegó sin poderse mover. Le dieron hasta fatigas en el camino. Como no podían volverse, se iban a quedar en una pensión pésima, así es que nosotras, aunque no las conocíamos, nos hicimos amigas y las convidamos a alojar.
Todo el día pasamos en la playa, y en la tarde le toqué el violín a la Matilde con Paco Rivas, y salimos a caballo, pues la Matilde dijo que no estaba cansada. Pasamos la tarde sobre unas rocas ideales, viendo azotar las olas con furor. Me acordaba de ti. Por la noche nos fuimos donde misia Julia y había varios chiquillos; una lata consumada. Las Salas Hurtado me hablaron de ti y me dijo la Rosita que le escribieras.
Mucho te agradecí la llavecita, que la recibí antes de escribirte la otra carta y que, como tú sabes soy tan pava… no te lo dije; aunque había sido lo primero que pensé al escribirte para agradecerte las molestias.
Te felicito por tu sobrinita y me encanta el nombre que le han puesto. ¿Y cómo está Dieguito? Dale un beso de mi parte, pues lo quiero mucho porque veo que adentro de su almita reside Dios. Adóralo allí, Carmen, cada vez que lo beses.
La Rebeca le escribió a la Inés, pero no sabe la dirección. Dímela y cómo está la Inés y Chepita y demás chicos. Salúdalos y dales un beso en mi nombre.
Ignacito está mucho mejor. Ha engordado y está de buen color, bien quemado. Se lleva todo el día en la playa.
Estoy haciendo clase de catecismo. Tengo 9 chiquillos y les rifo todos los días cualquier juguetito, con lo que gozan. Estoy en la cama. Me acosté antes de comer porque estaba muy mareada.
¿Cuándo se van al campo? Y tu mamacita y hermanos ¿cómo están? Salúdalos de parte de mi mamá y Lucita, y tu recibe, mi querida Carmenchita, todo el inmenso cariño de tu hermana
Juana, H. de M.
La Rebeca te manda saludar. Lo mismo Lucita, que ha pasado días muy felices con Chiro. Escríbeme bien largo y en block y no muestres la carta. La tuya la tengo guardada con llave, porque me encantó. Rompe la mía para que no la lean. Fíjate que viene la Lucha Huneeus. Estamos felices.