44. A la Madre Angélica Teresa 22 de noviembre de 1918

44. A la Madre Angélica Teresa 22 de noviembre de 1918

J.M.J.T. Santiago, 22 de noviembre de 1918 

Rda. Madre Sor Angélica Teresa del Smo. S. 

Mi Reverenda Madre: 

Ayer, al regresar del fundo de Elisita Valdés, me encontré con su cariñosa cartita, la que le agradecí mucho. Créame que cada vez que recibo carta de ese palomarcito me siento feliz, y la leo y la vuelvo a leer, pues en cada palabra Ud., Rda. Madre mía, me da una lección, un consejo. No sé cómo agradecerle que se acuerde de esta su pobre hijita en sus oraciones. Las necesito mucho, pues soy muy pobre de virtudes. 

He pasado en el fundo de la Eli 26 días, y gracias a Dios, creo no haber tenido misa sólo 6 días, en que comulgamos espiritualmente. ¡Cuán bueno es N. Señor con aquéllos que le aman! ¡Qué días de cielo, mi queridísima Madre, hemos pasado junto al sagrario! Cuando al pie del tabernáculo tenía la felicidad de encontrarme sola junto a ese Dios infinito y encarcelado por nuestro amor, le pedí muchas gracias y bendiciones para Ud., mi queridísima Madre, y mis Hermanitas. Le pedí que, ante todo, les diera amor para que se dieran completamente a El. 

Las dos con Eli éramos las sacristanas y todas las noches íbamos a arreglar la lamparita y a dejarle nuestros corazones toda la noche. Me acuerdo que no nos resolvíamos a dejarle y hacíamos a veces como cinco veces la genuflexión, sin resolvernos a dejarlo solo toda la noche. ¡Oh, cuán bueno es El! ¡Cómo se acerca y se revela a un alma tan miserable como la mía! ¡Cómo me hace comprender en un momento las finezas de su amante Corazón! 

Hubo más de 1.300 comuniones 70 primeras comuniones bautizos, confirmaciones y matrimonios. Verdaderamente fue una misión con mucho provecho, gracias a Dios que movió los corazones. 

No se imagina los apuros de las dos con la Eli para disimular nuestra vocación. Sobre todo cuando María Larraín principiaba a hablar de la Lucha y de las carmelitas, sufríamos, pues nos tentábamos de la risa y decíamos cualquier disparate para reírnos. Fíjese que para recordarnos de hacerlo todo por amor a Dios, teníamos una canción que es muy conocida: «Por amor cantan las aves». La cantábamos todo el día de modo que los otros, sin saberlo, se unían a nuestro canto formando coro, mientras las dos con Eli nos reíamos a gritos. Nos propusimos que una haría las veces de Superiora y la otra debía obedecer, imponiéndonos algunos sacrificios cuando faltábamos. También teníamos una hora de silencio y nos tratábamos, cuando estábamos solas, de hermanas; con lo que gozábamos, pues nos figurábamos que ya estábamos en el Carmen. 

Doy gracias a Dios de haberlo pasado tan bien, aunque tenía mucha pena por no estar con los míos, y estaba preocupada, pues aquí todos han estado enfermos con la gripe. Pero Eli me animaba diciéndome que era bueno que me fuera acostumbrando para después. Veo, mi querida Madre, que cuando el amor de Dios se apodera del corazón, hace que el amor humano aquel que se siente aún por sus padres, se transforme, se divinice por decirlo así. 

Yo creo, Rda. Madre, que antes no habría podido separarme de los míos ni por un día. En cambio hoy, aunque los quiero mil veces más, estando con El, me encuentro satisfecha y en El encuentro a los que quiero. Yo antes me preguntaba cómo las monjas podían querer tanto a N. Señor y ser tan felices, cuando no recibían ninguna muestra de cariño exteriormente; mas hoy lo comprendo admirablemente y quisiera dárselo a entender a mi hermana la Rebeca, que siempre me dice lo mismo, aunque mil veces le repito que Dios demuestra su amor mucho más que todas las criaturas, y cada instante se reciben muestras de su amor infinito. Es verdad que no le vemos con los sentidos, mas lo palpamos a cada instante en sus obras. Lo sentimos incesantemente dentro de nuestro corazón, de modo que no hay separación, sino fusión de nuestras almas pequeñísimas con un Dios infinito. 

Sí. Rece, Madre querida, para que me confunda en el Corazón de mi adorado Jesús, para que no tenga otra vida que El y para esto, sufrir. Mi Rda. Madre, pídale que me dé su cruz, aunque soy indigna de vivir en la cruz donde mi Jesús ha vivido por amarme. Créame que mi único ideal aquí en la tierra es ser carmelita para sufrir y amar. Esa fue la vida de Cristo en la tierra, y continúa siéndolo en el Smo. Sacramento. 

De cuántas gracias no las habrá colmado en estos días de retiro N Señor, cuando El se complace en derramar los tesoros de su Corazón más aún en aquellas almas que, por seguirlo, han abandonado todo, y han hecho el vacío en su corazón de todo lo de la tierra, para poder contener al Verbo. ¡Qué felices son mis Hermanitas de no tener ya en la tierra nada que las preocupe y siempre el corazón levantado al cielo! ¡De qué paz disfrutarán unidas a El, que es inmutable! 

Dígales que recen por mí para que sea por ahora, (pero nada más que por estos pocos meses) carmelita en el mundo. Que nada interrumpa el silencio de la celda de mi corazón. Que allí viva con Jesusito en una continua adoración y reparación amorosa, en un continuo hacimiento de gracias. 

Mucho siento lo de la pobre Chela, pues todavía es tan chiquilla para salir al mundo. Pero si es la voluntad de Dios, El, que es todopoderoso, la protegerá si confía en El. Trataremos de vernos más seguido, pues considero que una amistad verdadera ayuda mucho para mantenerse en el camino de la perfección. 

La Elisita me dijo que le agradeciera mucho sus oraciones y su cariño. Y también dijo que siempre tenía presente en sus oraciones a ese palomarcito, especialmente a su Reverencia. Mi mamacita me encarga la salude muy cariñosamente y le pide continúen las oraciones hasta el 8 de diciembre, pues 

es una gracia muy grande. Rece por los enfermos y para que, si es para la gloria de Dios y bien de mi alma, me dé salud, para que pronto pueda irme a ese conventito. Otro día le escribiré, pues ésta va muy larga, y le hablaré de varias cosas que necesito saber. Mucho le agradecí la lista que me mandó. 

Recuerdos a mis Hermanitas. Que cuenten con mis pobres oraciones. Y Ud., Rda. Madre mía, reciba la gratitud y cariño de su hijita 

Juana, H. de M. 

P.D.–Pídale a la S. Virgen en su mes que me dé sus virtudes; que viva siempre en el silencio unida a El, muy humilde y llena de caridad.

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