JESUS San Pablo, 20 de Febrero de 1919
Rda. Madre
Sor Angélica Teresa del Smo. Sacramento
Mi Reverenda Madre:
No le había podido escribir antes diciéndole había recibido la encomienda, porque sólo ayer pude ir a retirarla, pues tenía que hacerlo con suma reserva y prudencia para que no me sorprendieran. Gracias a Dios ya la tengo en mi poder y en seguridad. No puedo menos de reírme al recordar lo que hice para ocultarla. Fíjese que fuimos de paseo a una chacra. De allí me fui al pueblo. Llevé mi paltó, y puse el paquete envuelto con él. Pero como después iban a subir al coche otras personas, nos fuimos las dos con la Rebeca a un bosque de pinos, y allí ella se puso el delantal debajo de su vestido y yo el corpiño. Todo lo hicimos en un abrir y cerrar de ojos. Nos reíamos a gritos, pues teníamos que andar con cuidado para que no se nos notara. No tengo cómo agradecerle a la Rebeca, pues la pobrecita aunque está como la noche oscura, me ayuda en todo lo que puede. Además, al principio estaba como desesperada por la separación; pues -se lo aseguro, mi queridísima Madre- que no creo existan hermanas más unidas. Sin embargo N. Señor ha puesto en su alma últimamente un valor para el sacrificio y resignación, que no puedo menos de admirarla. ¡Bendito sea N. Señor!
Me probé las dos cosas que me envió. Le aseguro que hubiera gritado de felicidad cuando me las puse. El delantal me queda muy desbocado y un poco corto. ¿Hasta dónde debe llegar? El corpiño me queda ancho, muy rebajado debajo del brazo. ¿Tiene que ser armado al cuerpo? También le agradecería, Rda. Madre, me dijera de qué género debe ser la ropa interior. Yo desearía hacérmela de algún género áspero. Dígame si hay inconveniente para ello. Ojalá Ud. entonces me lo indique en su carta, pues si no, mi mamá no querrá sino de un género fino, y quiero desde el principio tener mi ropa de pobre: pero, le repito, si esto es más conveniente; pues ante todo, mi Madre tan querida, quiero hacer lo que Ud. me indique.
Estoy feliz, pues recibí contestación de mis antiguos confesores, a quienes escribí exponiéndoles las razones que tenía para ser carmelita y de allá,de Los Andes. Y los dos me contestaron diciéndome que veían claro ésa era mi vocación, y son de parecer la realice lo antes posible. Pero me dicen ambos que el único punto oscuro que ven en mi proyecto es mi falta de salud; y me dicen le dé una cuenta detallada para que juzgue Ud., Rda. Madre mía, si podré o no resistir.
Enfermedad orgánica no tengo ninguna, pero soy muy débil.
Me dan muy a menudo fatigas, las que provienen del estómago; no propiamente de éste, sino del hígado, y el año antepasado pasé todo el año con un fuerte dolor en el pecho y en las espaldas. Me examinaron muchos doctores y ninguno sabía lo que tenía. Por fin García Guerrero me dijo era del hígado, del cual salía un nervio que pasaba por el pecho y espalda, y ese nervio era el que me dolía. Me dio remedios para el hígado y sané. Gracias a Dios no me ha vuelto. Me dijo que debía llevar siempre una faja de lana o de cualquiera clase para que me calentara el estómago y el hígado. Ahora, Rda. Madre dirá Ud. si lo podré llevar si soy carmelita. Yo le dije a N. Señor que si El quería que lo fuera, me diera salud; y este año he pasado muy bien, gracias a Dios. Sólo estuve con gripe, pero eso fue general. No tengo más que decirle respecto a mi salud. Pero mi mamá me encarga le diga que si no será bueno que me fuera probando un poco en no comer carne, en no tomar desayuno ni onces, como también en dormir las 6 horas que se duermen en el Carmen, y en otras cosas que Ud. crea conveniente. Mi Rda. Madre, le aseguro, me cuesta mucho decirle todas estas cosas, pero lo hago por obedecer. Cuánto cuesta tener que tomar en cuenta 3 la parte inferior para elegir un bien tan superior para el alma. Pero en fin, Dios nos ha hecho de cuerpo y alma, y al ponerme bajo su cuidado, le he de exponer las necesidades de ambos, ya que dentro de poco será Ud. mi Madre querida, aunque ya siento por Ud., mi Rda. Madre, el cariño de hija, aunque indigna.
También me dice el Padre le pregunte todas las penitencias que tienen para que después no me sorprendan y mire mis fuerzas.
Ya terminaré todo este cuestionario, para contarle los felices días que he pasado cerca de mi buen Jesús. Nunca lo había aprovechado tanto. Apenas tenía un rato desocupado, me iba a postrar junto a El. Pasaba 3 veces una hora seguida con El, y a cada ratito me arrancaba para verle, pues parece que mi corazón era sin cesar llamado, y no podía descansar hasta que iba. Lo más divertido fue que uno de los Padres Misioneros del Corazón de Maria -el Padre Julián Cea- era muy amigo de las carmelitas. Así es que hablaba continuamente de ellas, y después me embromaban diciéndome que tenía que tener vocación para carmelita. Yo me reía exteriormente, pero después se lo dije al Padre y me encontró vocación para el Carmen, y me habló, pero mucho, de la perfección que encierra esta vocación. Me dio un cuaderno que no sé si conoce: «Tratado de perfección de la vida religiosa» del P. Nieremberg. Estoy encantada con él, pues contiene mucha doctrina. ¿Cómo no agradecer al Señor todos los favores que me concede? Ay, Rda. Madre querida, sólo creo que en el cielo se podrá saber los innumerables beneficios qué a cada instante concede N. Señor a esta nada miserable. Si pudiera dar mi sangre gota a gota, no sería bastante para agradecer a mi Divino Redentor. Me abandono en sus divinos brazos como un niño en los brazos de su madre a quien no tiene cómo pagar. Créame que no me preocupo por nada; que no siento nada, porque lo tengo a El. Es mi Todo adorado.
¿Y mis Hermanitas? Las encontraba siempre en mi Jesús. Allí a sus pies las vera consolándolo y amándole. Dígales de mi parte lo mucho que las quiero en N. Señor, y que pidan para mí el amor de Dios. Con amor, ¿no es verdad, Madre mía, que lo haré todo? Con amor sufriré, repararé y cumpliré su divina voluntad. Y W., mi Rda. Madre, rece por su hijita, para que no sea más ingrata; para que sea toda para El; y Ud., mi Madrecita querida, cuente con mis pobres oraciones, tan pobres
Juana, H. de M.
Saludos a Sarita. ¿La esclavina va abotonada? ¿No se puede tener ninguna medalla de plata? Pues tengo la de Hija de María. En los devocionarios, ¿se pueden guardar algunas imágenes como recuerdo de la persona que la dio, para rogar por ella? Fíjese, Rda. Madre, que le pedí mucho a N. Señor por dos almas en las misiones, y se confesaron las dos. Pero me falta una tercera. Con la Sma. Virgen nadie sale vencida, ¿no es cierto? Les di a los dos escapularios del Carmen. ¡Bendito sea Dios. Rece también por Elisita, porque está en Viña del Mar.
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