Los Andes, Monasterio de Carmelitas Dzas.
Que la gracia del Espíritu Santo sea en el alma de mi hermanita:
Hace varios días recibí tu cartita, con la que tuve mucho consuelo, pues veo en ella los deseos que tienes de ser toda de Dios…
Lo que tienes que procurar es ser cada día más de Dios: vaciar tu corazón de todo lo que no sea El; no tener ningún otro amor, no preocuparte de nadie y, cuando te vengan esos pensamientos de las criaturas, rechazarlos para pensar en Dios.
Hermanita querida, piensa que es el favor más grande que Dios te puede hacer. No es un príncipe, no es un rey el que te llama, sino Dios. El Rey de los reyes te llama para unirse contigo, para que imites sus divinas perfecciones. Fíjate que con los ángeles no se une y, con criaturas que lo ofenden, viene a llamarlas. El mismo las busca, les da voces para hacerlas una con El. En vez que nosotras fuéramos en su busca -pues es nuestro supremo Bien-, El nos llama para sacarnos del mundo, para ponernos en un lugar donde se le ame, donde no se le ofenda, donde están aquellas personas por quienes ruega Cristo para librarnos de la tiranía del demonio y para hacernos sus esposas. «Ven, ven, esposa mía, ven del Líbano, amiga mía, porque el Rey se ha prendado de tu hermosura». Qué bueno es nuestro Dios. ¿Cómo no llorar, cómo no morir ante tanto amor?
Correspondámosle con todo nuestro ser. Que todo le pertenezca desde ahora. No vivamos sino para El. Para esto vivamos en una unión íntima con nuestro Jesús en el fondo de nuestra alma. Cuando sirvamos a las criaturas, sirvámosle a El con un amor y perfección dignas de El. Todo lo que hagamos, sea por su amor. El a cada instante obra con amor en nosotras; correspondámosle por amor. [Dile]: «Estoy fatigada; no tengo ganas de trabajar, mas lo haré por tu amor. Señor, todo lo que hago es por ti solo. No importa que las criaturas me alaben y me miren, pues aunque ellas no estuvieran, yo lo haría igual por Ti. Sólo deseo ser mirada por Ti, Amor mío». Dile esto muy a menudo.
Me preguntas acerca de la oración. Medita sobre la Pasión de N. Señor. Te voy a dar un ejemplo:
1. Ponte en la presencia de Dios. Considera a Dios dentro de tu alma. Allí, postrada delante de El, ve su divina grandeza y, al mismo tiempo, piensa que tú no eres nada, y que tú no puedes nada, si no es el pecado. Después de haberte humillado, piensa qué vas a hacer: hablar con Dios.
2. Pensarás qué es lo que vas a meditar, v. gr. Jesús azotado en la columna. Entonces figúrate que lo tienes allí en tu alma y que estás muy cerca de El para recibir su sangre. Tú eres el verdugo con tus pecados. Mira cómo sus miradas se fijan en ti para decirte: «¿Cómo quieres que te demuestre más mi amor? Ven. Cúbreme con tus lágrimas, pídeme perdón y prométeme que nunca más lo harás. Consuélame tú al menos que vas a ser mi esposa». Arrójate entonces a sus pies y prométele en qué le vas a demostrar tu amor aquel día. Dile que ya no lo quieres ofender; que te perdone. Abrázalo para que su sangre divina te purifique. Después le pedirás te ayude con su gracia para cumplir lo prome-tido. Dile que todo el día lo quieres acompañar. En la noche verás si cumpliste tu resolución. Y si no la has cumplido, haz alguna mortificación. Y haz lo mismo al día siguiente.
¿No ves que así se hace oración? O si no, hablando con N. Señor: preguntándole qué quiere de tu alma, qué virtudes desea encontrar en ella, etc. Dime si este método te gusta, si te da devoción .
A Dios, casita de Dios. Si estás en misiones, pasa muchas horas con N. Señor. Pide por mí que soy tan mala.
Teresa de Jesús, Carmelita
Que hermoso texto, como orienta para llegar a Jesús, pedirle perdón por mis faltas, mis pecados, ver su sangre e imaginar que estoy con Él. Lo puedo limpiar, y suplicar su perdón por ser tan imperfecta. Agradecerle por amarme tanto y pedirle que habite en mi y en mi hijo Álvaro, proteja a Gabriel que por esta pandemia está tan lejos. Habita en mi hogar, que no nos falte trabajo y seamos una familia que refleje que Dios es nuestro centro. Así sea.